Donde el autor relata lo que vio y escuchó en México a cerca de la Santa Muerte
La Santa Muerte en Puebla.
Se llama La Santa Muerte, pero sus fieles prefieren llamarle La Flaca o La Niña Blanca. Su imagen se venera en pequeños nichos dentro de algunas tiendas, en elaborados altares abiertos al público o, por supuesto, en los hogares. Su imagen es un esqueleto, a veces con alas, a veces con guadaña, que luce todo tipo de ornamentos y motivos, con frecuencia, católicos. Nunca faltan los billetes de dinero. En ocasiones aparece junto a la imagen de Jesús Malverde, un bandido de Sinaloa de existencia incierta, supuestamente ejecutado a principios del siglo XX, y venerado, entre otros, por narcotraficantes y emigrantes ilegales.
A los pies de La Flaca, los devotos depositan sus ofrendas: una botella de tequila, un cigarro, un billete o una vela, a cambio de amor, dinero, salud y para que tus enemigos se mueran. Para obtener esta última petición has de comprar una escultura negra, "un color muy elegante", como me explicó, con cinta retórica, ante la mirada horrorizada de mis compañeras, el 'sacerdote' de la 'Capilla' de Puebla.
La Santa Muerte es especialmente popular entre los pequeños comerciantes de México DF, aunque su culto ya se ha extendido por todo el país. Sus detractores inciden en su supuesta conexión con el mundo del narcotráfico, a lo que sus defensores replican que también hay asesinos que veneran a la Virgen de Guadalupe. Lo cierto es que a la Niña Blanca le piden favores gentes de todos los oficios y procedencias: oficinistas, comerciantes, niños pequeños con sus abuelas, estudiantes, conductores. Todos ellos se dejan sus buenos pesos en la tienda anexa a la capilla.
La Iglesia Católica y el Gobierno ven todo el asunto con muy malos ojos. Los primeros tienen miedo a perder fieles y los segundos no conceden el registro de Asociación Religiosa a la Iglesia Católica Tradicional Mex-Eu, nombre oficial del culto a la Santa Muerte. Estos comportamientos, unidos a la destrucción, por parte del ejército federal mexicano, de hasta 30 altares de la Santa Muerte en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, obliga a preguntarse hasta qué punto se respeta la libertad de culto en México, o bien, cuáles son los límites de este derecho.
Los devotos de este culto responden sacando en procesión a la Niña Blanca en pleno Zócalo de México, en plena Semana Santa. Además, la Santa Muerte es portada de importantes semanarios políticos, aparece en las conversaciones familiares (entre la crisis de la Tricolor y los cortes de agua), y en los más sesudos programas de debate de televisión, historiadores y antropólogos intercambian teorías sobre cultos prehispánicos (palabra mágica) que conectan a La Niña Blanca con la Diosa azteca de la muerte, Mictecacihuatl.
Los más beneficiados son los turistas que ven en estas capillas otra 'manifestación popular' del 'pintoresco color mexicano' y lo cuentan a su regreso, como yo lo cuento ahora, convencidos de haber asistido a un ritual extraño y 'auténtico',un escalón por encima de la Rivera Maya, los danzones aztecas del Zócalo o los Mariachis tuneados.
"Pídale dinero, pídale dinero", le ordenó el sacerdote a mi anfitrión mexicano, a quien poco menos que obligó a arrodillarse ante la Santa Muerte. Luego encendió un cigarro y lo depositó sobre una especie de urna llena de billetes bañando a una imagen de la Niña Blanca. "Qué mal me sienta fumar", me dijo mi amigo ya en la calle, entre ásperas toses. Después nos fuimos, hambrientos, a comer unos tacos al pastor. Que yo sepa, aún no le ha tocado la lotería. Tampoco ha dejado de fumar. Y su jefe sigue vivo.
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