Mientras que en EEUU, Kirk Douglas, a sus 92 años, está haciendo un monólogo sobre su vida a función diaria, nuestros actores veteranos esperan la llamada. La viuda de Paco Rabal, Asunción Balaguer, rompe el maleficio patrio.
El Brujo dirige a Asunción Balaguer en 'El tiempo es un sueño'.
"¡Qué bien se está cuando se está bien!", decía Paco Rabal en la película Pajarico (Carlos Saura, 1998).
Este domingo acudí al Círculo de Bellas Artes para ver a la viuda del veterano actor, Asunción Balaguer, sobre el escenario. Casi obligado a verlo a contrarreloj, era la última función en Madrid de El tiempo es un sueño, reservé junto a un amigo la entrada para la pequeña sala Antonio Palacios.
Pequeñas butacas improvisadas frente a un mínimo escenario iluminado. Una veintena de personas a lo sumo, entre ellos tan sólo Pedro Olea como rostro conocido, esperaban la presencia de la actriz. Y desde aquella primera fila, a los pies de la Balaguer, como una entrañable abuela que te cuenta un cuento al borde de la cama, repasó Asunción sus años prePaco y postPaco con humor, energía y llanto.
La historia viva del teatro contada, casi susurrada, a unos espectadores cómplices que bien hubiésemos pagado diez veces más lo que nos costó la entrada (9 eurillos) por volver a escucharla.
Ochenta y tres años por el escenario y Asunción seguía bailando y cantando sin olvidar una sola coma de un texto sobre ella misma y aquellos que la marcaron. Entre las confesiones no hubo lugar para lo rosa o lo negro, pero sí en cambio divertidas anécdotas con Aurora Bautista, José Tamayo, Ladrón de Guevara y otros grandes de la escena y contemporáneos de la actriz. Asunción recuerda en escena cómo conoció a Paco cuando él entró de suplente en la compañía donde ella era primera figura.
Más tarde, como todo el mundo sabe, sería devorada por el nombre de su esposo convirtiéndose en "la mujer de..."; Sin embargo, sigue siendo la actriz la que sobrevive a Paco, a su sombra, y continúa, como si volviera a empezar, trabajando en contacto directo con el público: vestida con un vaporoso traje (cual abuelita del Titanic), descalza y sin joyas que la estorben, la actriz danzó como si tuviera veinte años: tal es la fuerza que aún conserva, que esa edad es la que por momentos veías en escena.
En un texto que olía a despedida, desprendió juventud y mucha vida, tanto- imagino- como tendrán otras actrices de su generación, que aún siguen con nosotros pero que no encuentran papeles ni en televisión, ni en cine, ni en teatro. No se les quiere. Tristemente, España no es país para viejos.
No hay personajes ancianos, viejos- dicho con todas las letras- como si éstos tuviesen poco que contar ¡Qué paradoja!, o como si por su edad y experiencia ya no le interesaran a nadie. No olvido grandes nombres como el de María Isbert, Mary Carillo, Lola Herrera o Manuel Alexandre (reciente medalla de Alfonso X el Sabio).
Mientras que en EEUU, Kirk Douglas, a sus 92 años, está haciendo un monólogo sobre su vida a función diaria, nuestros actores veteranos esperan la llamada, el texto o su dramaturgia biográfíca para llevar a escena.
El brujo, que dirigió a Balaguer en este El tiempo es un sueño, ha roto con este tonto olvido hacia los que después nos gusta tanto recordar. Ojalá cunda el ejemplo y podamos ver a todos los nuestros contándonos sus historias, o cualquier historia que sin duda harán suya magistralmente, antes de que puedan dejar de hacerlo.
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