Cuando el negocio puede ser manifestarse

La manifestación anunciada de autónomos, pequeños y medianos empresarios presenta caracteres cuyos perfiles no están del todo claros pues para unos tan solo quieren apuntarse al carro de las subvenciones mientras que para otros, ayudar a este sector sería  la última oportunidad de evitar que la crisis se acentúe irremediablemente.

Sabido es que donde hay patronal no manda marinería, especialmente ahora que aquella, la de la pequeña y mediana empresa junto con los autónomos, anda nerviosa porque no les salen las cuentas por más cuentos de lecheras que les cuentan a cuenta de la crisis. Si ese tejido empresarial es el motor de la economía española, su carburante son los bancos y puede que nos esté ocurriendo como a aquel otro que tuvo que vender su coche para comprar gasolina. Hoy ese colectivo anda concentrándose ante el Parlamento no se sabe muy bien para qué, tal vez un reflejo autónomo para que los afiliados a estas organizaciones vean que a pesar de tanto parado, quietos no van a quedarse, y todo porque las anteriores reuniones con el presidente Zapatero parece que de poco han servido a la vista del enfado que muestra el balance de los convocantes y de alguna manera piden soluciones aunque sean de saldo.

Lo cierto es que las manifestaciones no se sabe si computan como horas extraordinarias y en cuanto a las peticiones presentadas lo hacen con un plus de peligrosidad ofreciendo en ese escaparate que es la calle ofertas que nadie les quiere comprar. S trataría, se dice, de rebajar el impuesto sobre sociedades así como otras ventajas para el pago de las cuotas sociales y el abono de impuestos para poder tomar un poco de aire ante la asfixia que la bajada en las ventas está provocando en el sector. Nada más plausible por lógico pero cabría preguntarse si, junto a lo anterior, presentan algún otro tipo de plan destinado a una política de incremento en las ventas o inversiones que no hagan de tales ayudas, si finalmente llegan, meras subvenciones acomodaticias. Porque en otro caso, si nadie queda satisfecho, ¿quién puede pedir que devuelvan el dinero?

Junto con lo anterior se pide igualmente algo tan necesario como quimérico, y es que estas empresas se hacen cruces porque las administraciones les paguen religiosamente como Dios manda, cosa que hasta ahora no parecía haberles preocupado en demasía en el epígrafe de cobro seguro aunque tardío. Ahora, cuando se aprieta y se ahoga, se pide el pago a unas entidades que no pocas veces parecían estar trabajando con dinero virtual, las promesas de las administraciones superiores, como una cuadratura de círculos viciosos, pidiendo un dinero que sus deudores, en realidad, nunca han tenido ya que su principal pago solía ser en no pocas ocasiones un nuevo pedido.

Estará finalmente por ver en qué quedan estas manifestaciones, tal vez el menor de los problemas aparentes para el Gobierno si presenta a esta patronal como un animal voraz que, además de representar al capital, viene a llevarse lo que quede de nuestros capitales. Algo se ha escuchado ya en este sentido cuando se habla de un Gobierno que ha de pararle los pies a los siempre hambrientos empresarios para proteger a las famélicas legiones. Y aunque algo pueda haber de cierto nadie debiera olvidar que, a fin de cuentas, cualquier gobierno no es más que una franquicia que trabaja en un local alquilado, por más que sea de renta antigua.

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