Los cinco sentidos de la cultura madrileña

Cultura parece ser aquella parte de los presupuestos monetarios que tiene una ciudad para mantener, salvaguardar y guiar hacia el mejor cuidado, unos valores que aunque a priori intangibles, se manifiestan en el gusto, el sentir y las creencias colectivas desde la luz de las artes y del conocimiento.

Se supone a estas, las artes y las ciencias, las disciplinas por las cuales el intelecto humano es capaz de llegar a las cotas más elevadas de sabiduría para en último término aplicar la verdad en toda su justicia y valor y proyectarlos en el futuro.

Pero cultura, el término cultura, tiene un significado más antiguo y usado, aquel que se refiere a las costumbres de un pueblo o una ciudad: su rutina, el día a día impuesto por su clima, su tierra, economía, etc... Las costumbres que de todo ello se deriva.

Cómo una ciudad se conduce, cómo sus habitantes trabajan o se divierten es una realidad más cultural si cabe que la mejor de las exposiciones del Prado. La cultura se refleja en los pequeños actos de las personas más que en una gran obra de un solo hombre.

Así, a Madrid siempre le gustó el teatro y luego el cine. La tertulia en el café, la limonada en la plaza y en la terraza. El paseo, el pic-nic, la siesta, la partida y la verbena. Le gustó más siempre la comedia que la tragedia, las variedades, la zarzuela que la ópera.

Es múltiple, variada, amistosa  la vida "cultural" del madrileño, de sano origen. Nunca se toleró bien en Madrid la violencia. El madrileño quiere pasear a cualquier hora por la calle. Le gusta salir a la fresca.

Sin embargo, un minucioso trabajo realizado a través de los cinco sentidos mide el actual status cultural de la ciudad:

La VISTA: Madrid es conocida por sus amplías autopistas, llamadas avenidas y paseos. Un continuo tráfico ampliado prácticamente a los 7 días de la semana con tiempos de confluencia cada vez más extensos tiñe la ciudad de su color característico. En otro tiempo quedó el colorido cielo de Madrid. Los lugares más emblemáticos de su ciudad solo pueden contemplarse fugazmente desde el automóvil. Estos están por todas partes. Ha sido necesario implantar miles de poyos en cada calle de la ciudad para que estos no invadieran literalmente las aceras.

El OÍDO: Miles de automóviles campando por cada calle de la ciudad nos coloca como una de las ciudades más contaminadas acusticamente del mundo, dato que se ha dejado de publicar porque carece del interés popular. Pero otro índice cultural relativo al oído de los madrileños es el concerniente a la Fiesta Nacional actual por excelencia: el alterne. Al madrileño por votación popular le importa más el derecho a emborracharse que el derecho a dormir en paz. El botellón se extiende por cada parque, plaza, por toda la ciudad.

El GUSTO: Antaño conocida por la pureza de sus aguas, a Madrid no le quedan más que unas cuantas fuentes. Condenadas en los 80 por yonquis que, se decía, lavaban sus jeringuillas y por la proliferación de mascotas caninas que lamen los pitorros, la fuente madrileña, antaño presente en cada lugar, tampoco es valorada por los jóvenes más decantados hoy en día por espirituosos y meditantes. Réquiem por la fuente de la Plaza de la Cebada. La última en caer.

El OLFATO: Elegido como enclave real por la pureza de sus aguas y su aire fresco y seco procedente de la sierra, en la actualidad son pocos los madrileños que diferencian los olores probablemente aquejados por las innumerables alergias de origen más que conocido: la polución. Esto, sin embargo, parece ser más una bendición que un problema dada la conocida costumbre del madrileño por mear en cualquier esquina, que agravado por el botellón generalizado de juergues a domingo, como el que acontece hoy en día, infesta todo el casco viejo, parque y rincón pintoresco de la ciudad. Por otra parte la excesiva reproducción de especies no endémicas de canes que se impusieron a  las especies nativas del ciego, la anciana y la viuda han creado un perfecto aroma natural que no es suficientemente apreciado.

El TACTO: el más primigenio y sutil de los sentidos. En Madrid tocar una estatua, un banco, un árbol, una barandilla se percibe polvorienta, de suavísimo grano. La sutil percepción aflora, excita,la lengua, el paladar y las fosas nasales. El tacto es amortiguado, blando cuando se pisa en el paseo.

Jamás en la historia de esta ciudad hubo más licenciados por metro cuadrado. VIVA LA CULTURA DE MADRID.

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