Y salieron los cabestros

El derribo de los toros Osborne en Cataluña suele dejar un sabor agridulce no tanto por el hecho en sí, tan pintoresco, como por las connotaciones que suelen tener estos actos cuando la política, que es básicamente lidiar, acaba siendo un descabello con puya.

Ya veremos con el tiempo que echar abajo y volver a levantar los toros catalanes de Osborne acabará convirtiéndose en una tradición popular más. Y todo porque el comando morlaquicida, al que ya echábamos de menos, ha vuelto a actuar dando con los cuernos del bicho en tierra de El Bruc, antes de que sonara aviso alguno y sin permiso de la presidencia, solo que en vez de pedirse la oreja parte por del respetable, se pide las cabezas de los picadores aunque en esto haya división de opiniones. Y algunos pitos.

Afirman los grupos más o menos afines a estos derribos que la presencia de este animal es una lata además de representar un símbolo españolista. Sin embargo no hay que olvidar sus orígenes mercantilistas y al margen de evoluciones y atribuciones sibilinas esta misma lógica serviría para acabar con los carteles de la Coca Cola, un decir, por americanas, y de hacer fortuna la idea esto acabaría convirtiéndose en un sin beber. Lo cierto es que es fácil comprender la tendencia un tanto talibán de los derribadores, pero hay que reconocer que también son un poco brutos porque quizá y para conseguir lo mismo hubiera bastado una mano de pintura, aunque para eso la mano que haya que utilizar sea la izquierda. Muy lejos quedan ya aquellos griegos que trajeron la tauromaquia vía costa Brava, como esta especie de toros, cuando a la Historia le estaban saliendo todavía los dientes, unos orígenes por los que tal vez lo que debieran aquellos sería derribar los toros que hay en el resto de España y conservar solo los suyos, pero esto es poco realista.

No sabemos si con el toro sin afeitar por los suelos hay ya menos españolismo en Cataluña, pero sí más chatarra y todo por no pedir que devuelvan al animal a los corrales si no les gusta. Porque lo preocupante, al fin y al cabo, es que se empieza por los toros y se acaba con los Budas, que todo es proponérselo.

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