Es posible que ya hayas visitado Berlín y la ciudad te dejara bastante indiferente en tu ruta turística. Dale una segunda oportunidad a la capital alemana, ya que ofrece mucho más que la Puerta de Brandenburgo y el paseo Unter den Linden. Berlín hay que vivirla, tanto de día como de noche.
Oranienstrasse, Kreuzberg / Marta Martínez
Admitámoslo: Berlín no es una de las ciudades más bellas del mundo estéticamente hablando. Es el precio que tuvo que pagar por convertirse en campo de batalla a lo largo de todo el siglo XX. Berlín es historia, pero historia viva, y eso se transpira en cada uno de sus rincones. La melancolía, o más bien el peso de la responsabilidad, han teñido a la capital de gris; aunque eso es sólo aparentemente. No hay más que andar por las calles secundarias, por los barrios alternativos, abrir las puertas de edificios que parecen abandonados, para darse cuenta de que Berlín está muy viva.
Una escapada de fin de semana se antoja como la manera ideal de descubrir la verdadera esencia de la ciudad: un enjambre de cultura, ocio, música, libertad y tranquilidad a la vez. A todo ello se une un factor decisivo en esta época: Berlín es una ciudad sorprendentemente barata. A diferencia de los prejuicios que supone ser la capital de uno de los países punteros de Europa, Berlín resulta mucho más económica que Madrid o Barcelona.
¡Nos vamos!
Desgraciadamente, no son muchas las compañías low cost que conectan las principales ciudades españolas con la capital alemana. Básicamente, el abanico se limita a Easyjet (vuelos desde Madrid y Barcelona) y Air Berlín (su central está en Palma de Mallorca, cómo no, pero también tiene conexiones directas desde Barcelona, Madrid, Alicante y Málaga). Si reservas con la suficiente antelación y en temporada baja, podrás encontrar buenas ofertas por menos de 60 euros ida y vuelta.
El único factor que dispara un poco el presupuesto del viaje es el transporte público. Eso sí, por un precio un poco superior a la media española se obtiene un servicio excelente. Los fines de semana, tanto el viernes como el sábado, el metro funciona durante toda la noche. Resulta más económico comprar una Tageskarte (billete de un día) que un Einzelfahrschein (billete sencillo, 2,10 eur), ya que el primero ronda los 6 euros pero es integrado y válido durante 24 horas. En Berlín no hay que validar el billete cada vez que se entra en el metro. Como son gente muy confiada, uno debe comprar el ticket en la andana de la estación y sellarlo la primera vez, sin necesidad de superar grandes obstáculos o vallas de control. Pero cuidado, eso no significa que no haya revisores. Más bien al contrario, éstos visten de paisano y te pillan en el momento más inesperado. La multa es de 40 euros, así que mejor piénsatelo dos veces antes de montarte sin billete.
Para que te sitúes a la hora de buscar alojamiento: en la mitad derecha de la ciudad es donde se cuece todo. A pesar de que en las guías de viajes leerás que Zoologischer Garten es genial, que el Kurfürstendamm es el mejor paseo para ir de compras o que no debes perderte una visita al KaDeWe, el oeste está muerto para la gente joven. Los tres barrios de moda son, por orden: Kreuzberg, Prenzlauerberg y Friedrichshain; y todos ellos conforman la primera media hora de la esfera horaria de la ciudad. Como opción céntrica y también bastante recomendable (aunque más cara), está la zona norte de Mitte (el antiguo barrio judío).
Empieza la ruta
La noche del viernes puede inaugurarse comiendo el plato más típico de Berlín: la Currywurst (salchicha de curry). No hay que temer por el grado de ardor que la palabra curry usualmente implica. Al contrario, la currywurst es muy suave y se acompaña siempre de patatas fritas y una misteriosa pero deliciosa salsa parecida al ketchup. Un apunte: a diferencia del hot dog, las salchichas alemanas se comen troceadas y, sólo en caso de que uno lo desee, con pan. Dos establecimientos se disputan el trofeo a la mejor currywurst de la ciudad: el Curry 36 (Mehringdamm 36, U-Mehringdamm, Kreuzberg) y el Konopke (debajo de la estación de metro U-Eberswalderstr, Prenzlauer Berg).
Para calentar motores, nada mejor que una buena cerveza en alguno de los múltiples bares y kneipen de la ciudad. Los vasos son siempre de medio litro y suelen rondar los 3 euros. No pidas simplemente cerveza, ya que en Alemania eso es como pedir queso. La más parecida a la española es la Pils o Lager. Si quieres probar algo distinto, arriesga con la Weizenbier, una cerveza con mucho cuerpo, de alta graduación pero muy dulce, hecha a base de trigo.
Si tienes ganas de fiesta, la ciudad ofrece un sinfín de posibilidades. Una forma original de hacer juerga que difícilmente encontrarás en España son las Balkan Beats Party. La música de los Balcanes se lleva mucho en Berlín y a menudo se organizan fiestas monotemáticas donde las simpáticas trompetas y los ritmos a la Borat suenan durante toda la noche. Normalmente hacen parada en el Lido (Cuvrystr 7, U-Schlesisches Tor, Kreuzberg) y en el Mudd Club (Grosse Hamburgerstr 17, S-Hackescher Markt, Mitte).
Historia, cultura y... ¡fiesta!
El sábado por la mañana, sin prisas, puedes acercarte a la dura historia de la ciudad de una manera distinta e interesante. En la estación de metro S-Gesundbrunnen se esconde el llamado Bunker B, construido durante los años 30 como refugio civil durante los bombardeos. Las instalaciones, muy bien conservadas, pueden visitarse incluso con un guía en español.
Para recuperarse un poco, por la tarde vale la pena darse un paseo por las estupendas galerías de arte del antiguo barrio judío. Por supuesto que en Berlín hay muchos museos interesantes, pero en las galerías de Auguststr. y alrededores encontrarás interesantes y arriesgadas propuestas de arte contemporáneo que sin duda no te dejarán indiferente. Uno de los edificios que más llaman la atención sobre todo la de los turistas es el Tacheles (Oranienburgerstr.). Este edificio casi en ruinas es uno de los pocos que quedó en pie tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y los artistas aprovecharon el desmadre de la caída del muro para okupar el hasta entonces almacén improvisado. Allí fundaron un centro cultural que actualmente corre peligro, ya que los planes de construcción de un hotel se abalanzan sobre este céntrico recinto. Aprovecha para despedirte de él antes de que lo derrumben o se caiga por su propio pie.
Por la noche no dejes de degustar la segunda especialidad culinaria de Berlín: el Kebab. Y es que muchos desconocen que fue en la capital alemana donde a uno de los miles de inmigrantes turcos se le ocurrió la brillante idea de embutir en un saco de pan un poco de ensalada, trozos de cordero asado y todo tipo de salsas. Varias distinciones sitúan al restaurante Hasir como la meca del Kebab berlinés. El restaurante, que nació en la calle Adalbertstr 10 de Kreuzberg, cuenta ahora con otros establecimientos en Schöneberg, Mitte, Spandau y Wilmersdorf.
Llega la hora de bailar y eso en Berlín significa un tipo de música: la electrónica. Esta ciudad es la residencia de los mejores DJs internacionales (Elen Alien, Ricardo Villalobos, Jeff Mills...). Desde el techno más duro hasta el minimal, todo tiene cabida en esta ciudad si de sintetizadores y vinilos se trata. Vayas donde vayas, la ventaja de las discotecas berlinesas es que en el 90% de los casos encontrarás un buen DJ que, si no lo haces ya, te enseñará a apreciar este tipo de música. Uno de los clubes más míticos de la ciudad es el Panorama Bar o Berghain (Ostbahnhof), sólo apto para los auténticos fiesteros: esta fábrica abandonada abre los viernes por la noche y cierra los domingos por la tarde. Los sábados después de medianoche, en la sala de abajo te cruzarás con muchos gays de los de pantalones de cuero y camisetas de tirantes si es que las llevan..., pero no te sentirás incómodo/a, es algo que también forma parte de la ciudad.
Otros clubes recomendables son el Tresor (Köpenickerstr 59, Kreuzberg) meca del techno que reabrió sus puertas a finales de 2007 y el Watergate (Falckensteinstr 49, Kreuzberg) uno de los pocos clubes "pijos" de la ciudad con unas magníficas vistas al río Spree y al puente Oberbaum.
El mejor fin de fiesta
El domingo es día obligado de brunch y visita al Flohmarkt (mercado de las pulgas). Cuando te despiertes ya será hora de comer, así que ¿qué mejor que un breakfast-lunch para empezar lo que queda del día con energía? El copioso desayuno consiste generalmente en un buffet libre que ofrece desde macarrones en salsa o huevos revueltos hasta crêpes de chocolate y macedonia de frutas con yogur. La bebida no suele estar incluida en el precio (sobre los 9 euros). Uno de los mejores brunch de Berlín es el Morgenland (Skalitzerstr. 35, U-Görlitzer Bhf, Kreuzberg), pero no se lo contéis a nadie, que a partir de las 12 ya está lo suficientemente lleno.
A primera hora de la tarde, para hacer bajar el atracón y poner punto final al viaje, no hay nada mejor que darse un paseo por Mauerpark para rebuscar en los tenderetes de su Flohmarkt dominical. En él encontraréis de todo: bicicletas, vinilos, objetos del hogar, ropa, comida... Pero no todo es de segunda mano, ni mucho menos. Cada vez más, los incontables artistas de la ciudad venden sus creaciones (desde cuadros hasta camisetas, pasando por broches, collares, bolsos, etc.) en este mercado de Prenzlauer Berg.
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