Trabajo español para los ¿españoles?

Lampreas Y Boquerones: la crisis de los trabajadores extranjeros contratados en la refinería británica de Lindsay puede convertirse en una llamada de atención al Gobierno si la actual crisis tomara derroteros xonófobos.

Cuando se tiene la mosca detrás de la oreja, suele decirse, es por falta de aseo o porque algo no anda bien. Y es que aunque no se está dando el caso, podemos encontrarnos en poco tiempo con que las protestas británicas por la contratación de trabajadores extranjeros en suelo patrio queden en anécdota neorrealista o se conviertan en espoleta nacionaleconómica.

La nacionalidad de los xeno-odiados, italianos y portugueses, les ampara legalmente por aquello de la libertad de movimiento y mercado que consagra la Comunidad Europea, lo que no está siendo obstáculo para que vecinos de la localidad parados se agiten en torno a la refinería de Lindsay poniendo el grito en el cielo y la pancarta en la puerta de las instalaciones. Y en este estado de cosas no es difícil imaginar qué ocurriría si de otras nacionalidades no cubiertas por el paraguas raído del credo europeísta se tratara.

No resulta difícil extrapolar semejante situación a la realidad española de la que se ha venido diciendo, quién sabe hasta qué punto con acierto, que tenían que venir extranjeros para realizar los trabajos que nosotros rechazábamos. A día de hoy, sin embargo, puede que las tornas estén cambiando y ya hace unos días nos contaban cómo las prostitutas extranjeras las estaban pasando jodías porque las nacionales habían vuelto a tomar las esquinas acuciadas por la crisis. Cuesta trabajo creer que la cosa quede ahí y más bien es pensable que esta idea prenda, y pronto, en otros sectores de la economía. Trabajo español para los españoles, sería el lema importado de los parados de Lindsay. Y quien dice españoles dice riojanos, por poner un ejemplo, y dentro de estos, logroñeses, y entre estos los de este barrio y, en fin, que me contrate mi vecino antes que a nadie. Así semos.

No anda muy descaminado lo dicho de la petición gubernamental de consumir productos de aquí, propuesta que para nuestro mal ya hizo suya Obama recientemente proclamando para las obras americanas “aceros nuestros”, y se están haciendo. Sin embargo, en España aún son frecuentes las ayudas destinadas a la contratación de extranjeros por mor de favorecer la integración, situación esta que aún disuade al empresario a pagar más por un trabajador español que para colmo se le meter a liberado sindical. Pero la realidad, con ser así de cruda, puede ponerse que arde si empiezan a surgir trabajadores que reivindiquen un trabajo más o menos digno DNI en mano, pues a ver entonces quién se atreve a darles o quitarles la razón y con qué motivos.

Un país que fue llamado de las tres culturas apenas puede soportar dos economías, la que todavía prospera hoy, que de todo hay, y la que cae en picado con doble tirabuzón con la sensación de que el suelo se aleja y aleja aumentando la sensación de agonía. Cabe pues esperar que prevalezca el sentido común y el ejemplo de los parados de Lindsay quede en simple marejadilla localista, que conociendo el carácter de los nuestros pasamos de la flema

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