La economía, ese estado de ánimo...

Lampreas Y Boquerones:  Una vez que ha hecho fortuna el lema de que la crisis es un estado de ánimo, habría que preguntarse sobre la conveniencia de colocar en el Ministerio de Economía a un psiquiatra...

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Hay artistas que cuando presentan su último trabajo deseamos fervientemente que de verdad sea el último. Es lo mismo que ocurre con las previsiones económicas de los organismo internacionales para España, que cada vez que se publican se nos corta la digestión en dos. Lo penúltimo, anunciar que el año 2010 será todavía un año de recesión de lo que todavía siga vivo para entonces, aunque sea con respiración asistida, anuncios gracias a los cuales estamos entendiendo cada vez mejor cómo funcionaba el garrote vil, una vuelta más de tuerca apretada antes de que perdamos el último tornillo y acabemos para chatarra.

Pero ignoran esos señores tan internacionales que aquel año será santo por compostelano y si Santiago es patrón a nosotros nos toca el papel reciclado de marineros en estas aguas estancadas. Y es que se ha sabido también que la crisis golpea dos veces con saña y sin gusto al comercio minorista, no solo por el descenso a los infiernos de sus ventas sino por alcanzar unas cotas de paro que nos dejan paralizados, todo ello mientras aumenta el índice de morosos en las costas siempre fértiles de turistas y ahora semidesiertas como una sesión del Congreso.

Es lo malo que tiene la economía cuando se transforma en un estado de ánimo, que queda al albur de las hormonas de la caridad si la cosa se pone demasiado negra. El aldabonazo de la crisis a las puertas que el Gobierno ha colocado en el campo nos hace mirar el futuro imperfecto con recelo subjuntivo a pesar del imperativo oficial de permanecer unidos en la desgracia porque, la sociedad que cobra el paro unida permanece unida.

Y en este festín de desgracias seguimos ayunos de soluciones reales pensando que la esperanza es lo único que se pierde aunque la espíen, padeciendo una hambruna de medidas eficaces que nos hace delirar y ver visones, como cuando creímos ver a Zapatero sentado al paso de la bandera americana en aquel desfile, e incluso algunos, en ese delirio famélico, creen recordar carteles electorales con anuncios de pleno empleo.

Con tanta desgracia que viene apenas si nos queda otra cosa que ir al parque y sentarnos en algún banco con poco interés y tratar de solventar la crisis con la solución más antigua que hay: la primitiva.

sanchezreverte.blogspot.com