De Somalísima

Lampreas Y Boquerones:  La reciente misión militar aprobada por el Parlamento para combatir la piratería en el Índico presenta sin embargo algunos aspectos que no quedan claro...

En unos meses los soldados españoles van a cambiar el azul de los cascos por el de las aguas del Índico en uno de los más vibrantes alardes de marina desde la muerte de Chanquete. Así lo acaba de aprobar el Parlamento a fin de acabar con la piratería somalí que asola el tráfico marítimo en aquellas aguas, ese turbulento océano donde oleadas de corsarios abordan mercantes y pesqueros con diez cañones y un lanzagranadas por banda. Con esta operación, denominada Atalanta, se pretende lograr que los piratas oigan hablar antes de la Alianza Atlántica que de la de las Civilizaciones.

En el caso español la misión va más allá de las denominadas humanitarias y recala en el sector privado de la economía buscando algo tan prosaico y de merienda colegial como el proteger la pesca del atún, desmintiendo de paso el mito de que este pescado vive en las estanterías de los supermercados. Pues no, hay que ir a buscarlo y jugarse la vida en su pesca y en esa tarea el Gobierno no va a reparar en gastos, menores desde luego que la tarifa de rescate que vienen empleando los subversivos africanos, incluidos los descuentos por pronto pago.

Estos piratas, relativamente subsaharianos, compran sus armas en el mercado negro, cobran en dinero negro y tienen negros a los gobiernos afectados, entre ellos el nuestro, al que tanta marejadilla acaba por causarle una resaca de la que no se libra ni con baños de sales. Y sin embargo hay algo extraño en estos episodios bucaneros ya que de contabilizarse los cientos de miles, quizá millones de euros que parecen haber cobrado, IVA aparte, ¿es posible imaginar en qué lo emplean? En ropa está visto que no, puede que en armas pero a estas alturas ya podrían haber comprado un portaviones, puede que camellos, y en fondos Madoff para qué hablar, y puede que una cuadrilla de inspectores de Hacienda siguiendo el rastro de los fajos de billetes fuesen más efectivos que las tropas en estas tropelías.

No es de extrañar que opinen algunos que no estamos ante meros piratas caribeños, sino ante meros cobradores de alguna otra siniestra organización, posiblemente Al Qaeda, que haya instalado en el cuerno quemado de África una taquilla a modo de parquímetro terrorista. De ser esto así no estaría de más que nos lo aclararan, aunque pedirlo sea como predicar en el desierto, el somalí.

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