Robo crónico en la joyería Harry Winston

Menudo pellizco. Si pensábamos que los continuos atracos a las joyerías, tanto las más lujosas como las de medio pelo, se daban únicamente en nuestra ajada piel de toro, craso error. En el París de la France también campan a sus anchas los amigos de lo ajeno, como sucedió ayer en la famosa joyería de Harry Winston, sita en la prestigiosa avenida Montaigne de París.

Joyería Harry Winston

Ni de madrugada, ni con fuerte viento de levante –que diría Trillo-, ni con una media en la cabeza…, si es que han perdido las buenas costumbres. Ocurrió en pleno día, en una de las calles más céntricas y pijas de la ciudad, a una hora medio taurina, las cinco y media, el momento en el que el público se alicata con el primer copazo para ir preparando el cuerpo serrano para la tarde que se avecina.

Nada de buenas tardes, esto es un atraco, todos al suelo. Los tres atracadores parecían estar muy bien entrenados, conocer perfectamente la tienda, en incluso, hasta los nombres de algunos de los empleados, por lo que se trataría de un curioso caso donde los amigos de lo ajeno llaman a los empleados por nombre y apellidos. A ver, Marcel, alárgame esos zarcillos, y tú, Petit, mete en esta bolsa esos anillos y medio kilo de perlas…

El valor de lo robado fue de aproximadamente cincuenta millones de euros, casi ná. La joyería Harry Winston tiene entre su clientela a lo más granado de la jet-set internacional, desde los típicos y bigotudos jeques árabes hasta los famosotes de Hollywood. El Sha de Persia, ahora Irán, para Farah Diba, allá por 1958 le compró aquí una tiara, que le costaría unos buenos milloncejos, aunque suponemos que para él sería peccata minuta. Y otro que se dejó los cuartos en tan extraordinario establecimiento fue el bueno de Richard Burton, que le compró a Elisabeth Taylor un famoso diamante de 61 quilates, que igual todavía están pagando sus descendientes.

Lo mejor de todo es que tal atraco ha sucedido justo al año de que dicha tienda sufriera otro atraco igual, donde en este caso se llevaron sólo joyas valoradas en diez millones de euros. Así que parece que tal peculiar actividad se le ha hecho crónica, por lo que esperemos que el dueño empiece a pensar en poner bisutería o las joyas de plástico que vienen en el estuche de la Barbie millonaria para la primera semana de diciembre del año que viene.

La historia tiene un gran número de atracos lujosos y de grandes golpes de efecto. Desde el gran robo al tren de Glasgow del amigo Ronald Biggs, a los robos de cuadros como El Grito, de Munch. Hechos que el cine suele mitificar más tarde en películas sobre ellos, o bien crear un propio género de films sobre mangantes pícaros y guaperas como los de El Golpe, elegantes como Thomas Crown, violentos y deportistas como la pandi de Patrick Swayze en Le llamaban Bodhi, o misteriosos como el escurridizo Fantasma que persigue el papanatas del inspector Clouseau en La Pantera Rosa.

Y mientras eso sucede, nosotros, aquí en España, nos tenemos que conformar con hordas de gañanes que se estampan contra las joyerías con coches recién robabos, o gentuza que muele a palos a joyeros indefensos para quitarles el pan de cada día, y si los pillan in franganti, jamás pasarán de presuntos, y a los dos días en la calle. Qué cosas.