El único socialista en la reunión del G-20

El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho todo lo posible para estar en la Cumbre del G-20 en Washington, donde se va a tratar el futuro de la organización internacional de las finanzas. Según las últimas noticias, lo ha conseguido. En tal caso, será el único entre los invitados que se declara socialista. ¿Va ello a suponer algún cambio?

Rodríguez Zapatero

Un análisis de los gobiernos y las personas que están convocadas actualmente revela la ausencia de socialistas, tanto en su autoidentificación como (aunque esto es más discutible) en las políticas que defienden.

Es cierto que estará Gordon Brown, laborista, pero apenas usa la definición de socialista, y, por otra parte, su trayectoria hasta hace unas semanas, primero como responsable de las finanzas británicas, después como primer ministro, fue uno de los exponentes más claros de las doctrinas que han causado el derrumbe del sistema financiero. Dos presidentes proceden del sindicalismo: el brasileño Lula, trabalhista, con una política actual cercana a la socialdemocracia clásica, y el nuevo presidente sudafricano, Kgalema Motlanthe, cuya posición es difícil de analizar por las circunstancias de la política actual de su país. El presidente Hu es nominalmente comunista, pero su política se asemeja más bien a un capitalismo autoritario convencional, mientras que el primer ministro Singh, que mantenía hasta hace poco una alianza con los marxistas indios, ha roto recientemente con ellos.

Por otra parte, las acusaciones de socialismo a Obama o a Cristina Fernández son, lógicamente, pura propaganda. Y el resto de asistentes oscilan entre la derecha económica y la extrema derecha política.

Así que parece adecuado, en una cumbre mundial, contar con un socialista del tipo europeo. Un socialista que, es de suponer, aportará ideas de redistribución de la riqueza, fijará límites a los bancos, promoverá una política de nacionalizaciones de los monopolios naturales y los sectores económicos claves, introducirá mecanismos de control obrero en las empresas.

Es evidente que no va a ser así. El empeño del presidente Zapatero se ha basado en razones de nacionalismo y de orgullo patrio. Por si quedaba alguna duda, el ex-presidente Felipe González confirma esta impresión en un artículo publicado este domingo, en el que defiende que lo importante es definir el "para qué" va a estar el representante español, sin aludir en ningún momento a posibles ideas propias del gobernante socialista, y centrándose, de nuevo, en razones puramente estatales.

En ningún momento de la polémica se ha tenido en cuenta que esta asistencia no era necesaria, dado que uno de los participantes va a ser la Unión Europea, aunque esta circunstancia haya permitido, de rebote, la presencia del presidente español. De hecho, flaco favor le hace a la idea de Unión Europea el hecho de que junto a un representante de esta organización participen los responsables de varios países individuales, seguramente con visiones divergentes y enfrentadas, y que además se haya producido una carrera por aumentar el número de asistentes europeos.

Por otra parte, parece evidente que los representantes de los países pequeños se van a limitar a soltar algunos discursos para consumo interno de los medios de comunicación locales, pero sin verdadero impacto en las decisiones de los que cuentan de verdad.

Si a ello se suma la poca originalidad de las medidas que ha tomado el gobierno español, su nula relación con los principios socialistas, y el favor que sin duda se va a atribuir a Sarkozy en la presencia española, la conclusión es clara. El socialismo va a estar ausente en la reunión del G-20.