El periodismo lo pintan calvo

La Formula 1 es esa cosa que antes aburría a unos pocos (los tiempos en que Michael Schumacher ganaba y ganaba)  en unas retransmisiones que lo mismo hubieran pasado por un campeonato doméstico scalextric, en el que siempre hay un coche que corre más y otro que se estrella contra la espinilla de la abuela.

El calvo subido en el coche de sus amores, que cambia de colores. Foto: www.antoniolobato.net

Las veía por TV3, que a los catalanes les va lo de quemar gasofa, y en ocasiones me quedaba frito del tedio. Pero es lo único que me gusta de los coches, verlos correr. De hecho no soporto ningún deporte y tolero poco a los deportistas, casi tan poco como a los vehículos de tracción mecánica; me importa un pijo si el alerón va más arriba o más abajo o si los compuestos de los neumáticos llevan grasa reciclada de morsa virgen. Por una extraña mutación infantil lo único que me va es ver cómo se suben a los trastos y corren como posesos; una vez finalizada la carrera los borro de mi disco duro hasta la próxima.

Pero yo les quería hablar de Antonio Lobato, conocido más popularmente como el calvo de Telecinco. Este tipo, con la llegada de su paisano Fernando Alonso a las carreras, se transformó en un periodista garrapata, hooligan y presidente del club de fans que logró convertir las retransmisiones en un lamentable espectáculo de baboso peloteo con el piloto español. A su sombra no recuperó el pelo, pero ha obtenido importantes ingresos publicitarios  y una notoridad impropia de quien cumple con la labor de informar. Si, esa especie de periodista en vías de extinción que intenta mostrar lo que ocurre y ser objetivo. Este tipo es un daño colateral e innecesario del que nos íbamos a librar este año, cuando los derechos de las retransmisiones de la Fórmula 1 pasaran de Telecinco a la Sexta. Pero parece que le han hecho una oferta para cambiar de canal y de escudería televisiva. Aunque en la cadena de Emilio Aragón tienen al calvo del tiqui taca, que lo mismo les hubiera cubierto el hueco.

Lo de Lobato es sólo un ejemplo. Hay muchos otros en deportes o actividades que no me interesan. En este caso se juntan un piloto excepcional y un plasta de cojones. En otros habrá otras mezclas, supongo. Pero hay algo difícil de entender en esta simbiosis en la que periodista y noticia son lo mismo, un negocio basado en la falta de crítica, rigor y distancia.