La Residencia

Si 'La Residencia' llegara a las diez ediciones, ¿seríamos tan desgraciados de centrar el debate en los nuevos ancianos y de obviar lo que implica el formato?

'La Residencia' supone el último giro a la telerrealidad.

Noviembre 2008. A pesar de conseguir en su estreno uno de los mejores datos de audiencia de las últimas ediciones (4.517.000 espectadores y 29,2% de cuota) , la décima etapa de Gran Hermano no funciona como era de esperar.

Los ejecutivos de Telecinco, hartos de que los resúmenes diarios presentados por Jorge Javier Vázquez no superen el 12% de cuota y hagan bajar la audiencia media de la cadena, se plantean cerrar la casa más famosa de la televisión y preparan otro reality que la sustituya: LA RESIDENCIA.

A finales de septiembre de 2008 se les encargó a los guionistas de la productora Zeppelin idear un nuevo reality que conmocionase a la sociedad española, como en su día lo hizo Gran Hermano. Conscientes de que transgredir y rozar los límites de lo ético es uno de los pilares fundamentales para que una idea funcione, los jóvenes guionistas han estudiado concienzudamente qué elementos de la obra de Orwel, que da título al reality, tomó John de Mol (creador del programa televisivo) para así prostituirlos.

Dios: El Gran Hermano orwelliano controla todos los movimientos de cada habitante mediante grandes pantallas instaladas en sus domicilios y dirige sus vidas y sus acciones, castigando a todo aquel que se sale de los establecido. Así, inventaron las "nominaciones" y "expulsiones" que harían que el público se sintiera Dios votando desde sus casas.

Policía del Pensamiento, doblepensar, neolengua: Vigilados 24 horas por cámaras, los concursantes no podrían leer dentro de la casa, sus pensamientos más íntimos deberían ser expuestos en "el confesionario" y, además, mostrarían el empleo de un lenguaje reducido, escaso y adulterado: Pondrían en practica la futura comunicación televisiva (la del SMS). El estrechamiento del pensamiento y la deconstrucción del lenguaje de los concursantes harían gracia, de entrada, al espectador, que muy pronto acabaría actuando como ellos.

Los creativos, que habían visto como otra de las novelas de Orwell (La Granja) se había llevado sin éxito al panorama televisivo, creyeron que había que reformular los planteamientos éticos orwellianos -prostituidos por el Gran Hermano televisivo- con algo que aún impactara a la conciencia social. Así, uno de ellos (nombre que no puedo revelar) presentó ante la mesa de Paolo Vasile un novedoso proyecto de reality: La residencia.

A partir de la próxima semana, diez ancianos, buscados en distintas residencias de España, entrarán a una residencia ficticia construida para la ocasión. La familia de los nuevos concursantes, enfermos terminales o ancianos a punto de morir, han sido seducidas para firmar los contratos por una importante suma de dinero. Las preguntas clave para vender el concurso en los medios: ¿Cómo trata nuestra sociedad a los mayores?, ¿qué respeto les tenemos?, ¿cómo hemos de prepararnos para morir?

Esta vez, no será la vida, sino la muerte en directo (como en la película de Bertrand Tavernier) lo que atraiga a la audiencia. Las azafatas del programa irán vestidas de enfermeras con cortas minifaldas y aterradoras agujas que llevarán el veneno que separará la realidad de ésta a la otra vida, las camas de los ancianos encerrados serán siniestras tumbas, el confesionario se sustituirá por el purgatorio, y cada abuelo confesará sus miserias pasadas para que el público juzgue si debe ir "al cielo" o "al infierno".

Las pruebas semanales serán definitivas: La prueba del recuerdo, prueba de resistencia, la prueba del pulso, la prueba del afecto.... Así, hasta llegar a las decisivas: “El juicio final” y “la muerte súbita”.

Una guadaña separará la vida fuera y dentro de la residencia. Finalmente, sólo podrá quedar un viejo que sobreviva a la residencia.

Aún se debate si la muerte en directo televisada será o no factible, pero la idea ha gustado mucho a Vasile, al Grupo Correo y a los ejecutivos de Telecinco. Ya se ha construido el infernal decorado a las afuera de Madrid y el casting está cerrado. El próximo domingo, día de resurrección, entrarán los diez.

¿Crees que si este nuevo concurso llegara a una décima edición (de ser aceptado socialmente y de tener éxito) seremos tan desgraciados como para hablar sobre los nuevos ancianos y obviar lo que implica el formato?