Cuando me preguntan qué tipo de películas son mis preferidas, mi respuesta invariable suele ser: las buenas. Nunca he tenido preferencia por ningún género en concreto. Siempre me ha costado comprender a los fanáticos de uno determinado. No me cabe en la cabeza que alguien sea adicto a la comedia y se trague todo lo que lleve esa etiqueta. Porque sí, evidentemente a todos nos gustan 'Con faldas y a lo loco', 'Historias de Filadelfia' o 'Ser o no ser', pero hay cientos de comedias que son auténtica bazofia (de hecho, la inmensa mayoría de las realizadas en los últimos 40 años lo son). Algo similar ocurre con el resto de géneros: terror, suspense, ciencia ficción, western, bélico, drama Se pueden encontrar obras maestras pertenecientes a cada uno de ellos, pero también películas malas de solemnidad.
Humphrey Bogart, el rostro del cine negro
Por eso nunca he entendido a la gente que cita sin dudar un género muy por encima de los demás en sus preferencias, como tampoco comprendo a aquellos cuyo prototipo de mujer es, pongamos por caso, las rubias, altas, de ojos azules y generoso busto suelen acabar enamorándose, por cierto, de una bajita, morena, con ojos color miel y busto discreto-. El caso es que, de un tiempo a esta parte, tengo la sensación de haberme convertido en una de esas personas. Y no porque haya descubierto una tardía fijación por las rubias exuberantes, sino porque con el paso del tiempo he descubierto que hay un tipo de películas que raramente me decepciona. He visto comedias insulsas y aburridas hasta la exasperación, películas de terror con las que me he desternillado de risa, westerns anodinos y cutres, y melodramas que sólo han conseguido mantenerme despierto diez minutos, pero no recuerdo haberme topado con una película de cine negro que no me emocione o al menos interese. Nunca el hastío me ha hecho abandonar a mitad una historia de gansters y detectives. He de reconocer que me pierden los claroscuros, los enrevesados guiones repletos de tramas y subtramas, los ambientes viciados, los diálogos secos y cortantes, los cínicos detectives protagonistas y las enigmáticas mujeres fatales (en este caso sí, preferentemente rubias). Supongo que por fin he encontrado mi género. ¿O será que realmente no existe película de cine negro mala?
Aunque previamente ya se habían estrenado películas como 'Scarface' o 'Los violentos años veinte', cuentan que 'El Halcón Maltés' (1941), ópera prima de John Huston, fue el principio de todo. Desde luego, en la búsqueda de esa estatuilla hecha del material con el que se forjan los sueños se encuentran todas las constantes del género. Es la película que instaura uno de los elementos imprescindibles del cine negro: el detective duro, cínico, nihilista y de dudosa reputación, representado como nadie en la pantalla por Humphrey Bogart. Se trata de tipos cuyos labios, continuamente habitados por un cigarrillo humeante, escupen siempre la réplica precisa. Son eternos perdedores, sí; pero perdedores con exquisita clase. Tipos que pueden dejar marchar a la chica, pero jamás pierden la compostura. ¿Quien no ha soñado a menudo con convertirse en Bogart? Desde luego, yo sí. Y Woody Allen también, como deja claro en 'Sueños de un seductor'. Y es que hay que tener clase para mantenerse impertérrito mientras se dicen frases como "General, tenga cuidado con su hija. Ha intentado sentarse sobre mis rodillas cuando yo estaba de pie", pronunciada por Bogart en 'El sueño eterno', una de las películas imprescindibles del género a pesar de ser prácticamente imposible seguir el enrevesado guión. Qué más da. En cualquier diálogo de Bacall y Bogart en esa película hay más cine que en toda la producción de Hollywood en lo que llevamos de año.
Otro personaje recurrente es la mujer fatal. Imposible olvidar a la maravillosa Barbara Stanwyck, que arrastra al precipicio al bueno de Fred MacMurray en 'Perdición', o a Joan Bennett, cuya víctima en 'Perversidad' es el gran Edward G. Robinson. Son mujeres espectacularmente guapas e inteligentes, que conocedoras de sus encantos los usan para manipular a los hombres a su antojo. Y es que hay que ser de piedra para resistirse a Lauren Bacall ('El sueño eterno'), Lana Turner ('El cartero siempre llama dos veces'), Rita Hayworth ('Gilda'), Ava Gardner ('Forajidos') o Veronica Lake ('La Dalia azul')
Pero seguramente lo que más me atraiga de este tipo de cine sean los diálogos. Esos diálogos rápidos, importados de la novela negra de Chandler y Hammet, de réplicas escuetas repletas de agudeza, sarcasmo y sexo implícito (la censura aguzaba el ingenio). Diálogos como el que mantienen Stanwyck y MacMurray en 'Perdición' (ver video 1) o Bogart y Bacall en 'El sueño eterno' (ver video 2).
Diálogo de Stanwyck y MacMurray en 'Perdición' (1)
Durante dos décadas (años 40 y 50) el cine negro invadió Hollywood con fantásticas películas. A las ya citadas hay que sumar una gran cantidad de obras maestras como 'Laura', 'Tener y no tener', 'El beso de la muerte', 'Historia de un detective', 'Brigada 21', 'Retorno al pasado' o 'El tercer hombre', por citar algunas de las mejores. Claro que incluso las películas negras más modestas o convencionales de la época no dejan de tener su interés. Lo dicho, todavía no he descubierto un film noir malo.
La evidente química entre Bogart y Bacall en 'El sueño eterno' (2)
Con la llegada de los años 60 el género fue desapareciendo, convirtiéndose en testimonial su presencia en las carteleras en los últimos cuarenta años. Quizá eso ha librado al film noir de la banalización a que se han visto abocados otros géneros cinematográficos. Sin embargo, aunque su producción haya sido escasa, los directores que han querido recrear este tipo de películas lo han hecho con notable éxito artístico. Los tres Padrinos (I, II y III) de Coppola, 'Chinatown', de Polanski, 'L.A. Confidencial', de Curtis Hanson, 'Los intocables de Eliot Ness', el remake de 'Scarface' y 'La Dalia Negra', de Brian de Palma o la reciente 'American Gangster', de Ridley Scott, son buenos ejemplos de excelente cine negro facturado tras la presunta muerte del mismo. Pero han sido Martin Scorsese y los hermanos Coen los que con más asiduidad y talento han visitado el género durante las últimas décadas. El primero ha dirigido 'Malas calles', 'Casino' y 'Uno de los nuestros', mientras que los segundos son responsables de obras imprescindibles como 'Muerte entre las flores', 'Fargo' o 'El hombre que nunca estuvo allí'.
De cualquier forma, es inevitable echar de menos el añejo aroma que desprendían aquellas viejas películas en blanco y negro. Yo seguiré revisándolas para deleitarme una y otra vez con sus inquietantes historias y no dejaré de buscar aquellas que aún no he visto para comprobar si, de una vez por todas, encuentro una película negra que consiga aburrirme. Ya os contaré.
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