La solidaridad de Carod

Es la primera vez que no me excuso para ir a vomitar cuando leo las palabras de Carod Rovira. Esto hay que celebrarlo. A lo mejor resulta que éste buen señor y yo podemos vivir en el mismo planeta, a fuerza de que modere su discurso y no exija el nivel C de nada a los que le circundan. Ahora, para propiciar el diálogo, tratemos de fijar términos. Empecemos con la palabra solidaridad.

Muy señor mío: Si la solidaridad fuera voluntaria yo no pagaría impuestos. Como buen español que soy, se me puede considerar un individualista empedernido. De la puerta hacia afuera, ni agua al que pasa. ¿Le suena? Seguro que sí, porque está en su ideario.

Solidaridad NO es lo que uno hace voluntariamente. Eso es limosna. Y los extremeños no necesitan limosna alguna. Si Franco en los cincuenta hubiera instalado la industria en Cáceres y Badajoz, relegando al norte de España al desamparo, ahora las cosas estarían exactamente al revés.

A los extremeños les falta una situación geográfica privilegiada, una demografía favorable, unos cientos de kilómetros de centralidad -vistos desde Estrasburgo- y un clima como el mediterráneo. Y el tren de alta velocidad, y el de baja también. Y el aeropuerto del Prat, por caótico que sea -yo he despegado y aterrizado en él 'un millón' de veces, y no veo gran diferencia con Barajas-. Y el puerto de mar. Y las autopistas. Y tantas otras cosas.

Puede que sea cierto que a Extremadura le esté creciendo un bulto en el sector público. No voy a quitarle la razón por falta de datos. Pero usted y sus relativos, que han hecho del nepotismo un arte, primero tienen que predicar con el ejemplo. Luego habrá tiempo de poner sobre el tapete el número de funcionarios, coches oficiales, colocados -en función de su conocimiento del catalán y no de su aptitud profesional- y demás prebendas. Vea que soy generoso y le doy tiempo para que haga su cama antes de criticar la del vecino.

Voy a apelar, por el interés de Cataluña, a su sentido de la cordura. La inmensa mayoría del mercado de los productos catalanes es el resto de España. Usted lo sabe. Invirtiendo en Extremadura, en Andalucía, en Castilla, etc. está generando mercado para los productos de sus vecinos.

El dinero que se recauda en toda España tiene que dedicarse a que cada ciudadano español tenga las mismas oportunidades y un nivel de vida equiparable, independientemente de su lugar de residencia. Eso puede implicar una ayuda adicional a quienes no han sido premiados por la demografía, el clima, la geografía o los mercados de capitales. 

Sigamos dialogando y dándole al raciocinio, que romper la baraja no interesa a nadie ni es viable sin asumir grandes pérdidas. A ver si un día se puede llevar la normalidad de la calle -lo de poder ser español y catalán por igual y sin tener que disimularlo- al ámbito político, sin que para ello tenga usted que dedicarse a otra cosa.

Que así sea.