El vacío de la tragedia

Editoriales de los periódicos, articulistas de opinión y distintos medios buscan respuestas a los misterios sobre el accidente de Barajas, pero ¿de qué nos sirve?

¿Cuál es la verdadera tragedia?

Leo, como ustedes harán estos días, los editoriales. Uno a uno, buscando respuestas. Y me frustro. Ellos, los periodistas, los directores de los grandes rotativos nacionales, buscan lo mismo que yo y se preguntan. Y me preguntan a mí, que busco en ellos. Preguntamos ambos, lectores y medios, quiénes son los responsables de lo que nos hace dudar. Y miramos algo más arriba en la búsqueda.

Y así, el gobierno español promete que habrá respuestas. Y partimos del origen legal, conocido, como única vía posible. Y así, el juez pregunta a la compañía aérea. Y la compañía aérea espera la respuesta de la comisión de investigación.

Y en nuestro laberinto oficial, el juez prohibe legalmente el vídeo del accidente, que ya lo vieron algunos sin que sirviera para saciar ninguna las dudas de ninguno. Y los medios se hacen eco de esta prohibición, y te vuelven a preguntar a ti, público.

Y tú, frustrado, les devuelves la pregunta con la que empezaste a leerlos porque nada de lo que te dicen sacia tu vacío. Porque no te dicen nada.

Y en medio de todas estas preguntas y de ninguna de las respuestas están los familiares de los muertos, preguntándose lo mismo que todos, pero desde el profundo dolor, la amargura y la impotencia.

Llego a la conclusión de que todo esto que me preguntaba de entrada me importa más de lo que pensaba. Y entiendo que no estamos preparados para afrontar la muerte. La desconocemos y nos da miedo encararnos con ella de manera natural.

Buscamos en las máquinas (y en sus posibles fallos) explicación a la catástrofe, porque creemos, y así la denominamos para defendernos de nuestra propia inconsciencia, que ésta ha sido "la mayor tragedia desde hace mucho tiempo". Pero, tontamente, nos equivocamos.

Lo realmente trágico, lo que no nos llena el vacío existencial, que ante momentos como el que estamos viviendo deberíamos valorar por encima de lo demás, es la asombrosa capacidad que tiene esta sociedad para huir ( para "huirse").

LA TELEVISIÓN, LA RADIO, LOS PERIÓDICOS, EL GOBIERNO, LA ESCUELA, LAS REUNIONES FAMILIARES, LAS CONVERSACIONES EN EL TRABAJO, en definitiva, TODO LO QUE FORMA PARTE DE ESTE DÍA A DÍA... me enseña muy poco sobre la muerte y sus miles de significados. Sin embargo, este sistema sí me pide, y sin descanso, ser "feliz" sin parar. Sin dejar de hacer cosas a cada instante.

Cuando ocurre un accidente, cuando la vida se para un instante o para siempre, todos los que formamos parte del engranaje abrimos los ojos como platos y buscamos responsables en un intento rápido por mitigar nuestro vacío.

Si desde pequeño me hubieran enseñado, como en otras culturas ocurre, a hermanarme con la muerte, a aceptar el morir como el nacer... no estaría tan pendiente de los editoriales de los periódicos, ni de los telediarios. Estaría (y entiendan lo que digo) celebrando esta tragedia en vez de alimentar este vacío, no podrían hacer otra cosa que llenarme de alegría, de fuerza y de confianza en mí mismo.

Sería un mundo utópico y verdadero. Tristemente, si quieres vivir en esta y con esta sociedad, y si además no eres religioso, no te queda otra que seguir buscando respuestas en sitios donde las preguntas nacen muertas.

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