La música clásica ha llegado a la cárcel de Soto del Real. Te contamos, en primera persona, cómo ha transcurrido el primer concierto que se da en una prisión española.
Primer concierto del Teatro Real en la cárcel de Soto (Madrid).
Este lunes he vuelto a entrar en la cárcel en la que viví hace un año. El 14 de julio de 2007 salía de la prisión de Soto del Real, tras permanecer siete días de encierro. Aunque los motivos de tan funesto atropello y mi sino forman parte de una historia que pertenece a otro concierto.
Sucedió que la pasada semana le presté atención a una convocatoria del Teatro Real que llegaba a mi correo electrónico: "Concierto en la cárcel de Soto del Real". No podía perdérmelo. Como dice una amiga que me ayudó de cerca en la historia y se enteró que acudiría allí otra vez: "Chico, lo tuyo es vicio".
Es más que eso. Uno puede estar a uno u otro lado de la vida por distintas circunstancias, y yo que lo he descubierto, sencillamente, me niego a dejar de recordármelo. Así que "en mi cárcel" me presenté de nuevo, aunque esta vez entrando a luz del día y desposado.
Al llegar "al hotel", como lo llama mi familia para darle glamour a tan miserable estancia, me reencontré con un ex- compañero preso que aguardaba a que comenzara el acto y, despistado, me preguntó en qué módulo de la cárcel me hallaba yo ahora.
"Vengo como periodista. Hace un año que salí de aquí"- le contesté humildemente y con ansias de saber si sus 365 días entre rejas habían resultado mejores que los míos. En su mirada descubrí un rotundo NO a mi velada pregunta.
A continuación, mi amigo, al igual que otro centenar de internos de la prisión de Soto del Real, junto a los periodistas que acudimos al acto, disfrutamos del primer concierto de música clásica de la historia que imparte una orquesta en la cárcel:
Veintiséis músicos de la Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid) y de la Orquesta Escuela interpretaron piezas de Mozart y de Greieg, ante la atenta mirada de los internos que, custodiados por funcionarios, volaron fuera de las rejas durante una hora de música.
"Hoy nace una pequeña o gran historia de amor"- anunció la responsable del Teatro Real haciendo referencia al taller de iniciación a la ópera que se impartirá a partir de octubre en este centro y que durará un curso entero.
Quédense con la copla porque el Teatro Real no sólo se abre a las cárceles sino que a partir del 2009 pone en marcha el ciclo "ópera abierta", donde personas de distintos sectores sociales y culturales podrán acceder a este conocimiento.
Este acuerdo entre el Teatro Real, Instituciones Penitenciarias y el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) de acercar la ópera a las prisiones es pionero en España. Otros países ya nos sacan ventaja en la puesta en marcha de este tipo de actividades: en Gran Bretaña, concretamente en Lion, existen centros donde los presos llevan a escena grandes óperas.
¿Es esta realidad viable y posible en España? Las intenciones apuntan a que este será el nacimiento de un acuerdo, en principio de cuatro años, fructífero y duradero. Desde luego, es necesario que sea hábil y rápido (el tiempo entre rejas se hace eterno).
Tras el concierto continúe la breve charla con los protagonistas de la historia.
Mi ex compañero, al igual que otros presos que lo rodeaban, están deseosos de que se programe cualquier actividad para salir del módulo, o gran celda, donde pasan sus días sin música y siempre entre las mismas voces, entre ellas la más dominante y aterradora: el silencio. El pasado año por estas fechas, los presos de Soto pudimos ver el pase de la película Septiembres, de Carles Bosch.
Instituciones Penitenciarias hace un esfuerzo por acercar la cultura, que es liberadora, a los presos, y la cárcel de Soto es un lujo donde la mayoría de los nuevos proyectos, salvadores, son testados, pero ¿es suficiente?
- "¿Crees que tendría que haber más cosas de este tipo?"- le pregunté a mi amigo en este sentido.
- "Sí, por lo menos para tener la mente ocupada, porque si no uno se vuelve loco"- sentenció antes de regresar a su celda.
- "¿Qué más actividades os gustaría que ofrecieran?"- me abrí al resto de su grupo.
-"Sobre todo, que mejoren la comida, que reduzcan las penas y que los juicios vayan más rápido"- dijeron tres intercaladamente.
Se pasó el concierto y cada uno de nosotros nos fuimos con la música a otra parte. Antes de despedirnos, mi amigo interno me cogió el cuaderno de notas y anotó su nombre, apellido y número de módulo.
-"Escríbeme"- me susurró- "¿Sabes la dirección, no?"
- "Cómo poder olvidarla"- le dije cómplice con el compromiso de cumplir lo que pedía.
Quién sabe si en un futuro y si prospera esta virtuosa iniciativa, él y yo podamos comunicarnos por notas y escuchar la misma música al leernos.
Presos o no, depende de cada uno mantener libre la imaginación. Tampoco quiero dejar de recordármelo.
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