Los romances del famoso escritor brasileño Jorge Amado, tienen como inspiración el litoral del estado de Bahía, líder en cuanto a influencia de la cultura africana y el que mayor número de mulatos sustenta. En una de sus más atractivas ciudades, Ilheus, tierra de artistas bohemios, ese carácter alcanza notables proporciones pero no todas referidas a las influencias culturales. Aunando todas ellas y con el balón como su poesía particular, uno de los héroes comarcales, Aldair, aún conserva un romance insustituible por un deporte que le ha dado todo y al que sigue correspondiendo sin ánimos de recibir nada a cambio.
Aldair, el que fue uno de los grandes centrales de los noventa y que logró alcanzar las más altas metas desde su humildad y consistencia en el trabajo, se contenta con poder seguir en activo, sentirse feliz, realizado y en plenitud físico-mental. A sus 42 años, después de haber paseado su elegancia y solidez por los más lujosos escenarios mundiales y de haberse coronado campeón de Europa y del mundo, sigue jugando la Champions League, aunque desde la mansedumbre que representa el escalón más bajo del fútbol europeo, el que ocupa en el S.S. Murata.
El actual paladín del fútbol sanmarinense disputará por segundo año consecutivo la fase previa de la máxima competición continental y allí estará Aldair, intentando evitar una nueva derrota como la que vivieron el pasado año ante el Tampere finlandés. Ahora el rival será el Goteborg sueco y algunas de las medidas desesperadas del presidente del Murata fueron los intentos de fichaje sobre Michael Schumacher o Romario, lo que habla de las remotas opciones de triunfo que sobrevuelan el ambiente.
El veterano zaguero se incorporó al mismo el pasado año, curiosamente, una vez que ya había colgado las botas y disfrutado como un niño en los campeonatos de fútbol playa donde era un habitual en la canarinha. La amistad que mantiene desde hace años con Massimo Agostini (hizo al Murata campeón en 2006), le hizo reflexionar cuando le habló de un equipo pequeño, sin presión y que estaba creciendo poco a poco dentro de un nivel realmente bajo. Aldair no se lo pensó, se plantó en San Marino aún con playeras y desde entonces el Murata tiene un héroe que les ha ayudado a sumar dos dobletes consecutivos.
Dos títulos que añadir a una carrera que empezó con veinte años en el Flamengo. Aldair había crecido en las categorías inferiores del Mengao y logró asentarse en un equipo destinado a la victoria y con mucha presión en Brasil. Tres años más tarde, logró el primer salto a Europa, que le tenía deparadas muchas placenteras noches europeas, la primera de ellas vestido de Águila benfiquista y coronándose campeón de Europa en 1989 en una finalísima donde refrendó un año para enmarcar. No fue así el siguiente ya que tuvo que aguantar el banquillo en Italia 90 cuando buscaba un hueco entre las estrellas sin rumbo que manejaba el polémico Sebastián Lazaroni.
Pero por entonces, apareció la Roma, que iba a suponer el inicio de un amorío conjunto que marcaría su trayectoria mucho más de lo que hubiera imaginado. 415 partidos como giallorossi en 13 temporadas, dieron para que la afición capitalina lo adorara por sus formidables cualidades. Su potencia, fuerza y perfecta colocación a la hora del corte, le valieron para coronarse como uno de los mejores centrales de Europa. Mucho ayudó a ese reconocimiento el haber sido pieza fundamental en la defensa de Brasil en el Mundial de 1994, donde Aldair obtuvo el mayor premio posible que un jugador puede alcanzar.
Años más tarde, contribuyó al primer Scudetto de la Roma en 18 años, el de aquél fantástico bloque que formó paso a paso Fabio Capello. Cafú, Batistuta, Montella, Candela y un jovencísimo Totti, sellaron el éxito romanista. Dos campañas después la roma trastocó sus planes y Aldair pensó en la jubilación pese a tener ofertas pero sentía que no podía continuar si no era en el Olímpico y lo reflejó al afirmar que la elástica romana era como una segunda piel para mí. Tan profundo fue su pensamiento, que meses más tarde el club retiró el número 6 que tantas tardes llevó a sus espaldas el brasileño. Algo a disposición de los más grandes.
El resto (exceptuando un pequeño paso por el Génova), habla de un profesional entregado a un deporte que le sigue poniendo en pie cada mañana. Ya no hay Mundiales ni campeonatos de primer nivel en juego aunque mantener el tipo y la ilusión con 42 años es suficiente bienestar para todo aquél que se ha vestido de corto. Que nadie lo pare.
José David López (Editor Diarios de Fútbol)
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