Era la final del premio, del homenaje al fútbol ofensivo, de las llegadas en masa, de los desajustes defensivos y de la pasión desbordada. Esta última tenía 92.000 almas esperanzadas sobre un Maracaná que vivía por vez primera una finalísima de la Copa Libertadores y que deseaba una remontada épica de los cariocas. Fluminense y LDUQ querían escribir su propia historia con un título que estrenaría su palmarés en la máxima competición continental y, desde luego, reflejaron que hoy por hoy, son los dos mejores representantes para una final espectacular.
Como suele ser habitual, el cuadro albo propuso un ritmo alto desde el arranque lo que unido al estado de tensión perpetua que vivían las defensas, propició un sin fin de llegadas y ocasiones para alterar el marcador. El primero en pegar (como suele ser costumbre esta campaña), fue Guerrón, que desbordó en una de sus famosas arrancadas hasta línea de fondo y puso una asistencia al punto de penalti para que Bolaños la pegara con violencia.
Aquel golpe obligaba a cruzar una selva en forma de tres goles a los de Renato Gaúcho, que se mostraban tremendamente débiles en defensa pero motivados en ataque. Casi sin tiempo para asimilarlo, el mejor jugador del cuadro Tricolor, Thiago Neves, se sacó un regate con posterior zurdazo desde fuera del área que igualaba las tornas y llenaba de intensidad a la cita. El Fluzao intentó mantener su guión ambicioso pero los de Bauza supieron calmar con la excelencia creativa de Manso y las apariciones de sus incisivos extremos.
Cuando más controlado estaban los ánimos locales y tras un posible penalti sobre el gigantón Washington, un simple saque de banda en largo, pilló despistada a la zaga merengue. Cícero ganó en velocidad y su balón al área fue remachado llegando con fuerza desde atrás por un incansable Thiago Neves. La remontada y el milagro de la igualada estaban a un solo gol cuando el descanso exigió un paréntesis.
Con la entrada del eléctrico Dodó como alternativa de ataque para el Flu, el partido pasó a ser un intercambio de golpes. Un disparo al poste del propio Dodó fue el aviso serio antes de que en una de las múltiples faltas al borde del área que buscaban los locales, igualara la final. Su autor, una vez más, un espléndido y efectivo Thiago Neves que se herejía como el héroe de una noche legendaria.
A Liga recostó reaccionar dentro del evidente cansancio de sus jugadores de ataque, por lo que tuvo que redoblar esfuerzos en labores defensivas ante el empuje carioca. Pese a todo, estuvo cerca de silenciar las gradas cuando Bieler estrelló el balón en el poste tras un remate mordido que sólo fue un espejismo dentro del dominio que ejercían los tricolores. Así se llegó a la senda de una prórroga donde el físico devaluó la intensidad y donde apenas existieron alternativas. La única, por cierto, fue un testarazo de Bieler cuando todo terminaba que se marchó a la red pero que fue anulado erróneamente por un inexistente fuera de juego que altero el devenir de toda una final.
Con toda la pasión del mundo instalada en las paredes de un escenario irrepetible, los penaltis decidieron que el campeón vistiera de blanco, del inmaculado color del LDUQ . El cuadro ecuatoriano sumó su primer éxito continental gracias a las buenas internevenciones del experimentado guardameta Cevallos, que desquició a sus lanzadores. Conca, Thiago Neves y Washington sucumbieron para enloquecer a toda la parroquia alba. Un título históricoo. Un éxito difícilmente repetible.
José David López (Editor Diarios de Fútbol)
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