Me gusta el fútbol

Los que amamos ese deporte tan bello llamado fútbol tenemos que soportar continuamente la incomprensión de familia y amigos, que no entienden cómo podemos emplear dos horas delante de la tele viendo un partido con 22 jugadores de los que la mayoría de los mortales –y a menudo nosotros mismos- ni siquiera conoce el nombre. “¿Quién juega?” “Austria-Polonia” “¿Esos van a jugar contra España?” “A no ser que ocurra un milagro...” “¿Y como te puedes tragar eso, si a ti ni te va ni te viene?” Y uno se queda con cara de poker y sólo acierta a articular un balbuceante “es que me gusta el fútbol”.

Xavi y Arshavin, dos jugadores que mejoran un partido (EFE)

Y lo cierto es que a veces uno piensa que tienen razón. Horas y horas viendo tediosos partidos esperando que surja el chispazo de la inspiración. Decenas de partidos insulsos hasta encontrar ese partido vibrante, esa jugada mágica, ese regate inverosímil. Y cuando llega una gran competición (Eurocopa o Mundial) es peor aún. Antes del inicio del campeonato uno repasa los equipos y se frota las manos. Los mejores jugadores del mundo (o de Europa, según el caso) reunidos es promesa de fútbol de alto nivel. Pero luego empieza el campeonato y se empieza uno a defraudar. Los equipos especulan con el resultado, los grandes jugadores no llegan en su mejor momento, la racanería de los entrenadores de acentúa...  Sólo de recordar el soporífero Mundial de Italia me entran ganas de llorar.

Pero esta vez es diferente. Esta Eurocopa sí está respondiendo a las expectativas. Apenas hay equipos que se encierren atrás y cada uno intenta a su manera, en función de su calidad, ir a por la victoria. El torneo nos deja hasta ahora un puñado de grandes partidos. En la primera ronda, los partidos Holanda contra Italia y Francia y el épico Turquia – Chequia alcanzaron el sobresaliente. Otros se quedaron en notable y pocos suspendieron. Ya en cuartos de final pudimos disfrutar del Portugal – Alemania y del Holanda – Rusia. Dos partidos de fútbol de alto nivel. Quizá no tan buen juego se vio en el España-Italia, pero la desbordante emoción compensó. Las semifinales han sido sublimes. A la consabida lección de juego impartida por España se une la emoción de la otra semifinal, Alemania-Turquía, con unos turcos en cuadro acorralando a la selección terutona. Significativo es el dato de que en todo el torneo sólo hayan existido dos empates sin goles: Rumania – Francia y España – Italia.

Respecto a los equipos, hay un buen puñado que han brindado un buen juego: Portugal y Holanda en la primera fase, Rusia en todo el campeonato salvo en sus dos encuentros contra España, Croacia, Alemania contra Polonia y Portugal. Y por supuesto, España, intermitente en algunos partidos, sublime contra Rusia y siempre valiente. Incluso algunos equipos que han caído prematuramente han dejado algunos buenos momentos, como Italia, Suiza o Chequia. Quizá haya faltado un jugador que sobresalga sobre el resto. Un Zidane, un Van Basten o un Platini. Lo cierto es que las actuaciones colectivas han primado sobre las individuales. Con todo, un ramillete de jugadores nos han dejado intervenciones sobresalientes: Arshavin, Villa, Modric, Sneijder, Van der Vaart, Pavlyuchenko, Xavi, Cesc, Casillas, Podolski, Deco...

Me gusta el futbol, sí. Y me gusta por partidos tan memorables como el que hizo España contra Rusia, por el juego desplegado por los mismos rusos contra Holanda, por la brillantez de los propios holandeses en la primera fase, por la enorme emoción del Turquía-Chequia, por jugadores como Modric, Arshavin o Cesc. Me gusta por su belleza plástica y por su emoción. Campeonatos como éste  hacen que renueve mi fe en este juego.