La selección holandesa volvía en 1988 a una gran cita internacional tras una travesía del desierto de ocho años. Después de la eliminación en la primera fase de la Eurocopa de 1980 los tulipanes no habían conseguido la clasificación para las siguientes grandes citas. Lejos quedaba la Naranja Mecánica que asombró al mundo del fútbol bajo la batuta de Cruyff en los años 70. Los primeros años 80 no fueron pródigos en jugadores holandeses interesantes. Sin embargo, en 1988 el fútbol holandés volvía a desperezarse. El PSV acababa de ganar la Copa de Europa y aparecía una generación de jugadores que apuntaban alto.
La columna vertebral de la selección holandesa campeona en 1988 estaba formada por Van Breukelen, Koeman, Rijkaard, Gullit y Van Basten. Un portero reciente campeón de Europa y cuatro jugadores de una calidad impresionante. Junto a ellos, complementos de calidad como Wouters, Vanenburg o Van Tiggelen. Entre todos ellos una estrella brilló más que el resto en aquel verano del 88: Marco Van Basten. Aunque la historia pudo ser bien diferente. Van Basten comenzó la Eurocopa como suplente del veterano Bosman. La primera temporada del delantero holandés en el Milan se había visto truncada por una lesión en la clavícula, que le obligó a pasar por el quirófano y sólo le permitió jugar 11 partidos de Liga con el Milan. Cuando acudió a la llamada de Rinus Michels, Marco llevaba varios meses sin jugar en la selección y su estado de forma, pese a haber jugado los últimos partidos de liga con el Milan, era una incógnita.
El debut de Holanda contra la Unión Soviética se produjo, pues, con Van Basten de inicio en el banquillo. Aunque saltó al campo en el minuto 14 del segundo tiempo, no pudo evitar la derrota (1-0). Para el segundo partido Michels introdujo dos cambios dando entrada a Van Basten y Erwin Koeman. El resultado es positivo, logrando una victoria por 3-1, con dos goles de Van Basten. En la última jornada del grupo vencen a Irlanda logrando el pase a semifinales, donde esperaba la potente selección alemana de Matthaus, Völler y Klinsmann. Van Basten es de nuevo protagonista, consiguiendo un gol y forzando un penalti que convierte Ronald Koeman. El delantero del Milan se había convertido en la estrella de su equipo y de la Eurocopa. Y todavía quedaba la final.
Una sorprendente Unión Soviética, con la base del Dinamo de Kiev y Belanov como estrella, era el último escollo de los holandeses para lograr el campeonato. En el minuto 32 un balón colgado al área por Erwin Koeman es cabeceado por Van Basten, quedando el balón muerto para que Gullit lo empujara con la cabeza a las mallas. Holanda se adelantaba en el marcador con participación decisiva del delantero del Milan. Pero aún quedaba lo mejor. A los nueve minutos de la reanudación, Van Tiggelen roba un balón en medio campo y tras avanzar unos metros abre a la izquierda a la posición de Muhren. Éste cuelga la bola al segundo palo donde aparece Van Basten que, con una inverosimil volea, aloja el balón en la portería. Poco después, un penalti errado por Belanov acababa de enterrar las opciones soviéticas.
¿El mejor gol de la historia de la Eurocopa?
De esta forma Holanda ganaba el título que se le había negado a la maravillosa generación de los 70. Van Basten fue el máximo goleador (con cinco goles) y mejor jugador del campeonato, consiguiendo un gol antológico, el mejor que se recuerda en una Eurocopa. Del banquillo a la gloria en quince días.
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