Mi padre los llamaba estampitas

El desarrollo de la cartelística en España, muy vinculada desde sus inicios a la publicidad, comprende hasta llegar al periodo que nos interesa dos grandes décadas de desarrollo e inventiva. Los años veinte y treinta se caracterizan fundamentalmente por la creación de carteleras europeas, películas que provienen de Francia e Italia en su mayoría. El cartel norteamericano no aparece en España hasta los años cuarenta, manteniéndose en razones de calidad y cantidad aproximadamente hasta el año 1965. Coincidente como bien habrán adivinado con la etapa dorada de Hollywood: la etapa de los grandes estudios.

El crepúsculo del cartel

Son numerosos nombres los que ocupan un lugar destacado en este microespacio cinefílico. Mal remunerados y completamente desconocidos para el gran público sus motivaciones de creación eran más valiosas entonces que ahora, movidos por su procesión del séptimo arte compusieron un sinfín de radiografías cinematográficas a fuerza de brochazo, elegancia, pragmatismo e innovación. El cartel de cine se instauró como la medida publicitaria por antonomasia para promocionar las obras que llegaban con vértigo del continente América. Y no era nada extraño que la obra pictórica superase con expectativas la realidad de la obra fotoquímica. He aquí algunos de los ilustradores más importantes de la época dorada del cartel en España :

Fernando Albericio (Zaragoza, 1920).  Cartelista autodidacta y vocacional. Tras unos primeros encargos para Paramount en los que su trazo se muestra vacilante y su gusto cromático exquisito, pronto comenzará a realizar trabajos para Columbia, Universal y Fox. Algunas de sus obras más importantes son: Sabrina (1954), De entre los muertos, más conocida como Vértigo (1958) y Los diez mandamientos (1956).

Jano, Francisco Fernández-Zarza (Madrid, 1922-1992). Entre 1940 y 1944 alterna la historieta para la editorial Rialto con algunas incursiones en el cartel cinematográfico para la distribuidora Procines. Pronto comenzará su colaboración con Hispano Mexicana y Selecciones Fuster. Sus composiciones están cargadas de ironía y caricatura. Cultivó el cartel durante más de cuarenta años. De sus composiciones nos gusta sobremanera ésta.

Mac, Macario Gómez Quibus (Tarragona, 1926). Fue pintor y cartelista. En un tiempo en el que ambas profesiones se observaban del mismo lado del monóculo. Considerado unos de los grandes creadores de la promoción cinematográfica. Charlton Heston, Kirk Douglas, Pepe Isbert y Sara Montiel estuvieron muy interesados en sus creaciones en aquellas dos décadas. Su trazo, lleno de objetividad y sensibilidad estética y simbólica tuvo en el rostro de las estrellas su principal trabajo. Cultivó el cartel durante más de treinta años, en los que realizó más de 2.000 creaciones entre carteles, guías y plumas de prensa. No hemos podido encontrar su versión original de La gata sobre el tejado de zinc, nuestra favorita, pero entre los carteles que puedan encontrar de la obra la gran mayoría no dejan de ser remakes del clásico, tanto en composición como en cromatismo. Tras las dificultades meteorológicas encontramos éste. Disfrútenlo.

Soligó, Josep Soligó Tena (Barcelona, 1910-1994). Pintor, ilustrador y cartelista. Sus estudios comienzan en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde obtiene Matrícula de Honor. Trabajó para grandes estudios, como Paramount o Twenty Century Fox. De hecho, será esta última la que le ofrezca un contrato en exclusiva que lo unió a su filial española, Hispano Fox Films, durante más de treinta años. Su característica fundamental es la extravagancia cromática que aporta a los rostros que dibuja. Sus carteles son el exponente paradigmático del glamour hollywoodense. Hemos elegido, claro está, los que justifican nuestra explicación: La bella del pacífico o ¿Ángel o diablo?

Con la llegada de otras formas de promoción el cartel está en desuso. Ahora es un objeto romántico y de colección. Ha perdido fuerza. Y, aunque haya ganado el peso de la importancia que otorgamos a los objetos insólitos, ya no podemos decir lo que decía mi padre embriagado de nostalgia: “Cuando era joven e iba al cine siempre me regalaban una estampita al pagar la entrada”.