Telecinco le hizo a Aída Nizar un veto temporal, que aún dura, para no eclipsar el nombre de su serie estrella familiar: Aída. ¡Con lo que explotaron su personaje, y ahora les da vergüenza!
Portada del libro 'Aída Nizar se confiesa'
Aída Nizar acaba de publicar su primer libro Aída Nizar se confiesa. He de confesar que cuando vi a Aída por primera vez en televisión, perdida como primer habitante en la casa de Gran Hermano 5, pensé que era una mujer deplorable, mezquina, para echar de comer a parte.
Quizá no me equivoqué del todo, porque días más tarde este monstruo televisivo dejaría la misma huella en la audiencia. Sin embargo, el personaje de Aída, que es de lo que hablo, es imprescindible en la televisión actual, maquillada hipócritamente por supuestos hombres buenos (Ana Rosa Quintana, Javier Sardá, Silvia Jato o Jordi González), que habría que ver el uso que le dan a los millonarios sueldos que cobran por reírse de la audiencia.
Aída ha sido un personaje denostado, criticado, vapuleado y vilipendiando, simplemente por dar la cara y responder fielmente a las estrategias del mercado, incluso a costa de ella misma.
Absorbida por su inmenso ego, llena de prejuicios, y obligada a mostrar sus credenciales por todos los platos, Aída se ha convertido por méritos propios en la fiera que nadie pudo domar. Ni siquiera los programas que ayudaron a engordar su personaje de mal bicho, le responden como le deben.
Salió despedida de Crónicas Marcianas (cuenta todos los detalles en su libro), escandalizó el Gran Hermano VIP mexicano (aún no se le ha quitado el empalagoso acento), y sigue siendo el terror de las teles.
La propia Telecinco le hizo un veto temporal, que aún dura, para no eclipsar el nombre de su serie estrella familiar: Aída. ¡Con lo que explotaron su personaje, y ahora les da vergüenza!
Nizar, al igual que otros héroes y heroinas nacidos en la época dorada de la casa (recuerden que los frikis de Crónicas buscan padrino), salió de la bajada de pantalones de Boris Izaguirre como el que caga huevos de oro. Maria José Galera, Tamara y otras mujeres con carácter se convirtieron en las musas del escritor show man durante muchas madrugadas sin tregua.
Aquella piscifactoría que, gracias a estas mujeres, se hizo con el share de la noche durante tantos años, las manipuló en función de sus necesidades. Hoy, ningún espacio de televisión esta a la altura de la Nizar. Su paso por el light y soporífero Si yo fuera tú, el pasado año, no hizo más que confirmar esta teoría.
Aída me cuenta, tras invitarme a la presentación de su libro y a la feria de Madrid donde los está firmando a raudales, que el personaje está explotado al máximo entre sus páginas. Ella, la Aída de verdad, también es otra cosa. Una mujer inteligente, quizá demasiado, para ser toreada gratuitamente.
Si echan de menos la televisión que vio crecer al monstruo de las ondas, no dejen de comprar su manuscrito. Su visión sobre los programas y personajes mediáticos con los que ha tenido que lidiar, y su fe en Dios, han propiciado que se esté agotando la primera edición. Esta nueva Aída, afortunadamente incorregible y sin límites, tampoco tiene fin.
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