España no ilusiona

A cinco días del debut de la selección en la Eurocopa, el equipo despierta más dudas que certidumbres en el aficionado español. Las dos victorias en sendos amistosos frente a rivales menores -Perú y Estados Unidos- no han servido para generar ilusión.

Los últimos partidos de la fase de clasificación, con importantes victorias y buen juego, junto a los triunfos frente a dos selecciones de la talla de Francia e Italia, proporcionaban la sensación de que, con unos cuantos retoques, la selección podía llegar a la Eurocopa con garantías de, esta vez sí, hacer algo importante. Sin embargo los dos partidos amistosos previos a viajar a Centroeuropa han hecho que la sensación se diluya. Lejos de corregir los defectos que se apreciaban en el juego del equipo, éstos se han agigantado.

El partido contra Perú dejó detalles preocupantes que el encuentro frente a los norteamericanos no ha hecho más que confirmar. Lo de la defensa no parece tener fácil arreglo. Puyol está lejos de sus mejores días y Marchena no pasa de ser un central decente. No debe andar muy tranquilo Luis cuando hizo hincapié en que Ramos no se aventurara tanto al ataque como acostumbra. Ni si quiera Casillas parece muy entonado. Aun así, lo que más preocupa es el centro del campo. Una pléyade de futbolistas de calidad indiscutible que el seleccionador no parece saber encajar. La apuesta por el fútbol elaborado es valiente y -a mi entender- necesaria. Pero no hay que olvidar que la finalidad de este juego es el gol. España toca y toca hasta tres cuartos de campo, pero una vez allí se apagan las luces, a expensas de una genialidad, como el gol de Xavi a los norteamericanos. El juego se vuelve plano, lento y previsible.

Torres, al igual que Cesc, no termina de funcionar en el equipo nacional. El delantero madrileño está acostumbrado a un tipo de juego muy diferente con el Liverpool. En Inglaterra juega con espacios, con muchos metros por delante, buscando el desmarque para recibir el balón en profundidad de sus compañeros. El juego de la selección, tan lento y con tanta posesión de balón, disminuye la posibilidad de encontrar espacios. Los equipos rivales se encierran de forma ordenada mientras España se empecina en buscar el gol trazando paredes en la frontal del área. En estos casos lo más apropiado es ensanchar el campo lo más posible, para que el rival tenga más espacio que cubrir y se abran huecos en el centro. Bascular de banda a banda con dos extremos bien abiertos hasta encontrar el hueco. El problema es que España no tiene extremos. Ni en el equipo titular, ni en el banquillo. Cazorla es lo más parecido. Si además Aragonés cercena las subidas por la derecha de Ramos, las opciones ofensivas menguan. Se echa de menos a jugadores del corte de Joaquín, Navas o Capel. Tampoco se cuenta con un revulsivo, tipo Guti -con un último pase letal-, para desatascar partidos complicados.

En definitiva, España llega con más dudas que nunca a una gran cita internacional. Quizá sea mejor así. Otras veces se llegaba con la moral por las nubes y el batacazo era mayúsculo. Tal vez sea mejor llegar sin hacer mucho ruido, clasificarse por los pelos para cuartos, y una vez allí dar la campanada. Al fin y al cabo, la última Eurocopa la ganó Grecia.