Chema Madoz

El poeta de la fotografía

El fotógrafo que decide abarcar nuevas áreas de percepción y representación puede fotografiar sus sueños, las imágenes que le obsesionan, representar colores y atmósferas que traducen emociones. De esta manera, jugando a subvertir el orden de lo real y su lógica convencional, el artista realiza un proceso creación que llena lo representado de nuevos significados y llega a tocar una “partitura visual” que combina otras asociaciones y connotaciones en nuevos contextos, cuyo fulcro sigue siendo como en la poesía, la emoción.

El poeta contemporáneo juega con parecido material, con imágenes y símbolos, con la visibilidad de las emociones, con escenas y situaciones, con la ruptura con el propio lenguaje para multiplicar sus posibilidades expresivas y todo este esfuerzo lo lleva a las palabras que son su materia prima.

Si consideramos la fotografía como una "poesía visual”, la reconoceremos como una forma de hablar sin usar palabras. Hay una clara hermandad profunda entre ambos medios, cuyo corazón pasa por la imagen y el símbolo, en todo caso se utilizan palabras o imágenes para referenciar la interioridad.

El artista español Chema Madoz, galardonado con los más prestigiosos premios de fotografía, incluido el Premio Nacional de la Fotografía del año 2000, utiliza los objetos y su representación gráfica como si fueran palabras de un vocabulario nítido, resolviendo su discurso con figuras y tropos de misteriosa relación con el lenguaje: analogías, metáforas, paradojas o metonimias visuales que ofrecen al espectador un juego de percepción poética y le exigen una colaboración activa.

Madoz crea metáforas y juegos visuales en los que hace que la mirada del espectador se dirija hacia lo que estaba oculto o pasa inadvertido, es un fotógrafo que se nutre de esos símbolos y reflexiones que han acompañado al hombre a lo largo de su singladura histórica y continúa con su peculiar manera de crear objetos artísticos a través de una cámara. De los utensilios que utilizamos en la vida diaria —como fósforos, vasos, cucharas o relojes— crea una imagen poética inolvidable.

El propio artista se considera un “escultor” de los objetos que trabaja desde el punto de vista de un “fotógrafo”; para él, la fotografía es poco más que un registro de memoria que le permite fijar la idea: sus fotografías, suspendidas entre naturaleza y artificio, condensan una inteligencia poética muy poco común se trata de imágenes que están llenas de metáforas y hechas de una materia absorta y silenciosa.

No todo es lo que parece y Madoz es el que se encarga de ponerlo en evidencia, es “el que tiene tiempo” para mirar donde nadie ve, o mejor dicho, donde los demás no vemos nada más que obviedades y quizás la “realidad” esté más cercana a su mirada que a la nuestra.