La explotación del victimismo es terrible y difícil de desenmascarar. La violencia sirve de justificación y ante semejante "argumento" cualquier crítica parece frágil ya que quien asesina es un referente absoluto del mal. En el País Vasco el PP lleva jugando a eso muchos años y ha tenido en sus filas a grandes artífices de heroicidades políticas y personales.
María San Gil
Tal vez sea Gregorio Ordoñez el mejor ejemplo de lo que quiero decir. Sin mover ni un milímetro el epicentro del problema, que sigue siendo la existencia de unos terroristas que asesinan y extorsionan, se pueden abordar las acciones políticas desde muchos puntos de vista incluso cuando todos parten de la premisa "radical" de querer solucionarlo.
La derecha, en esta esfera en la que se mueven San Gil, Iturgaiz y Mayor Oreja, entre otros, pretende ser la mayor entre las víctimas y la más cargada de razones para abordar la cuestión. Se ha ido al frente y ha trazado una línea no entre violentos y pacíficos sino entre los que comulgan con su ideario y los que no, de tal modo que al identificar sus premisas con las de la paz cualquiera que critique sus métodos queda convertido en proetarra. La presidenta de los populares vascos sabe bien lo que hace plantando a Rajoy en este momento, porque éste ha de tragar con ella, que es la heroína, la víctima, la amenazada, la que se juega la vida (no como sus demás oponentes al trono) y eso es un plus que nadie está dispuesto a ridiculizar.
Ser político en Euskadi es un trabajo de valientes. No hay ninguna duda al respecto. Aunque el valor no lo es todo y, en ocasiones, parecen serlo quienes tan sólo toman decisiones desde la ignorancia o desde la imprudencia. Supongamos que éste no es el caso y que se trata de auténtica valentía que ha de ser valorada y respetada como merece. Pero ¿es bastante para servir de modelo a la hora de razonar?, ¿han de mandar sólo aquellos que estén dispuestos a morir?, ¿están al margen de las críticas por ello?.
Porque hay muchos vascos que no hacen aspavientos ni venden recetas universales. Y de la misma manera sufren las amenazas y las extorsiones, del mismo modo miran a los ojos de quien mañana les puede pegar un tiro en la nuca. Pero no les retan a hacerlo, porque incitar a los violentos es sencillo. Lo que es realmente complicado es derrotarlos sin que corran la sangre ni las lágrimas.
La derecha, la de muchos de sus votantes, reclama mano dura sin guante de terciopelo. Es lo que representa San Gil en un partido que por aquellas tierras ha preferido contruir símbolos antes que argumentos y ha optado por comenzar sus discursos con la palabra "contra", que también es un golpe defensivo en el boxeo y una metáfora para el pobre Rajoy, que va a caer noqueado en el primer asalto.
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