El síndrome del poder adquirido

“Hillary Clinton se impone en Indiana y Barak Obama gana en Carolina del Norte”. Los periódicos conservadores españoles apuestan, una vez más, por alterar la realidad a la medida de sus deseos. Lo cierto es que la senadora demócrata lucha contra unos datos adversos que no acierta a comprender. Y que la campaña electoral norteamericana evidencia, por enésima vez, que el poder se resiste a cambiar de manos. Allí, aquí, y en Pernambuco.

ABC se inclina por Hillary, una demócrata, como mal menor. Hay que conservar, lo que sea. A la vista de los apoyos de cada uno de los dos candidatos, se ve que se está dirimiendo toda una concepción de vida. Mientras McCain avanza en solitario quizás hacia el triunfo esencial. Lo peor es que ella, Hillary, participa, con ceguera absoluta, en el juego. El sueño de una mujer como presidenta del país más poderoso de la tierra, se ha desvanecido a los ojos de mucha gente que la hubiera apoyado –sin poder ejercer el voto, desde luego- en los confines del mundo. Abrupta en sus reacciones, casi patética, se mantiene en liza contra toda lógica. Por una razón: el poder es suyo, América es suya. ¿Cómo un joven inexperto ¡y negro! osa disputarle su derecho? Fue ella quien fabricó al Presidente Clinton, quien aguantó estoica a Monica Lewinsky porque primaba en su consideración cumplir los objetivos trazados desde el principio: llegar a la Casa Blanca como titular. Ella la que tuvo un poder casi omnímodo, que ha de emerger para consagrarla, que nadie le puede arrebatar. Ése es su error fundamental. Y no lo entiende. Nunca el pasado lo entiende. Y Hillary es el pasado por su propia obcecación.

El poder parece ser un derecho adquirido, se consigue y crea poso. En España asistimos a la misma dialéctica. El PP tardó cuatro años en enterarse que lo había perdido. Se revolvió, vomitó improperios, las urnas el 9 de Marzo habrían de reponerle en el puesto que le corresponde por derecho natural. Pero no sucedió. Cruje el partido conservador español ahora, tratando de resolver de nuevo la incógnita. ¿Se quedan los que ya estaban en el trono dorado o lo intentan otros nuevos? Para los pesos pesados, igual que España es suya, lo son los puestos de decisión que parecían consolidados. Algunos se van de un portazo, porque quedan otros que repararán la injusticia. 

Los medios conservadores apuestan por Hillary Clinton y por el pasado del PP. Hoy hay otro presente, un tanto tibio, es cierto, porque los cambios no desalojan ni al propio Mariano Rajoy, ni a Federico Trillo, ni a Ignacio Astarloa.

El PSOE vivió similar proceso. La vieja guardia socialista sólo perdona a Zapatero sus éxitos y algunos, acechando en la sombra, se debaten entre ver a su partido en el poder o el placer de contemplar cómo se hunde el rebelde que surgió de la nada para quitarles el asiento. 

¿Llega un tiempo nuevo de Obamas, derecha civilizada en España, cambios y esperanzas? El mundo lo necesita. La actual sociedad vacía, apática y hedonista nos conduce a la debacle. Hace falta insuflar aire fresco para que reaccione. El poder reside en el pueblo, los políticos son los encargados de gestionarlo, y esta máxima esencial quien primero la olvida es... el pueblo.