La noticia de que el nuevo Ejecutivo de Zapatero cuenta con más mujeres que hombres ha levantado las alcantarillas como una tromba de agua fuera de temporada.
Daniel Anido, director de la Cadena Ser.
Defensores y detractores se han enzarzado en una disputa más mostrando a lectores, oyentes y espectadores porqué el periodismo es un oficio herido de muerte. Era de esperar que la presencia femenina destapara el lado chusco de los profesionales de la bronca mediática, a los que hemos de tolerar cada día haciendo un ejercicio de funambulismo democrático y sin mirar al trapo que nos muestran, como toreros expertos y maestros del engaño. Pero hablar de ellos ya es triste, sólo pensar en su existencia ya nos resta energías para asuntos más relevantes y nos hace entrar en su pernicioso círculo de influencia.
Me sorprende, por ello, que profesionales tan significados como el director de la Cadena Ser, Daniel Anido, entren en el quirófano a estirpar el tumor con un martillo y a cerrar las heridas con blandiblup. Es un error fruto de un calentón, algo difícil de entender, personal en exceso, con un tono herido e insultante. Nada que no merezcan los destinatarios, cierto; pero mucho más de lo que necesitan. El escrito de Anido nada en la ira y eso es un error de principiante, como escribir al dictado de la adrenalina o a la vuelta de una noche de excesos, porque le sitúa en los extremos. Wilde escribió: Una cosa no es necesariamente cierta porque un hombre haya muerto por ella, creo que la frase explica bien a qué me refiero. Les quiere someter a un castigo y sólo engorda sus estómagos, su texto está lleno de expresiones que constituyen una defensa perfecta para aquellos a quienes desea herir con un uso indiscriminado de calificativos seudoescatológicos. Pretende que imaginemos, otra vez el odio y la indignación, a esos periodistas como sapos que segregan humores viscosos, como monstruos sin escrúpulos, como seres inhumanos. Y no lo son.
Ocurre que Anido se acerca a ellos desde el enfado justificado y habla de su naturaleza sin comprenderla, tratando de convertir en horrendo algo que ya lo es, intentando remediar algo que no tiene cura y ofreciendo un látigo a quienes van armados con ametralladoras. Empeño inútil y contraproducente. En especial, cuando en su escrito abundan las faltas de ortografía: son acentos, es cierto. Pero es que se trata de eso. De acentos.
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