Romario de Souza Faria ha anunciado que deja el fútbol. Con 42 años y más de 20 en la élite el astro brasileño ha decidido colgar las botas.
Romario levanta la Copa del Mundo. El momento cumbre de una carrera
El delantero carioca tenía la ilusión de alcanzar la mítica cifra de 1000 goles en toda su carrera antes de su retirada. Una vez conseguido el logro ya se puede retirar tranquilo. Cierto es que hay quien le discute a Romario haber conseguido tal cifra. Parece ser que habría que sumar amistosos y partidos en categorías inferiores para alcanzar la marca. Qué mas da. Si él dice que son 1000 goles yo le creo.
Romario comenzó su carrera en el Vasco de Gama brasileño, de donde el PSV lo ficha en 1988. En Holanda juega cinco temporadas logrando tres títulos de liga. En 1993 Cruyff se fija en él para apuntalar su dream team. En el Barcelona hace un magnífica campaña, siendo pichichi con 30 goles. Su mediocre segunda temporada en Can Barça propician su vuelta a Brasil, esta vez al Flamengo. A partir de ese momento empieza el vagabundeo del jugador: Flamengo, Valencia, Vasco de Gama, Fluminense, Qatar, Australia, Estados Unidos, para terminar su carrera en su equipo de origen, Vasco de Gama, cerrando así el círculo.
En realidad hacía tiempo que Romario había abandonado el fútbol de élite. En las últimas temporadas sólo parecía mantenerlo en activo la obsesión por alcanzar los ansiados 1000 goles. Lejos quedan sus triunfales años en el PSV. También su maravilloso primer año en el Barça, donde junto a Laudrup, Guardiola, Koeman o Stoichkov, y bajo la batuta de Cruyff, realizó el mejor fútbol que los ojos del arriba firmante recuerdan. Lejos también aquel Mundial de Estados Unidos, en el que formando pareja atacante con Bebeto alzó la Copa del Mundo tras lograr cinco goles en la fase final.
El goleador brasileño era un jugador especial. Lejos del área era un jugador irrelevante. Él era consciente. Pero en las inmediaciones de la portería era otra cosa. Rápido, eléctrico, de regate inverosímil, toque sutil, letal cara a portería. Que la pregunten a Alkorta. No era un jugador con un gran físico. Sus aptitudes defensivas dejaban mucho que desear. Se le acusaba de indolente e indisciplinado. Pero cuando agarraba el balón en el pico del área, el tiempo se detenía y flotaba en el ambiente que algo genial iba a suceder.
Sus correrías al margen del fútbol, como las de otros grandes, alcanzaron tintes míticos. Pero, como sucede también con otros tantos otros grandes, lo que recordaremos de él es su juego. Ese juego de dibujos animados, como lo definió en su día Jorge Valdano. Por otro lado, si ha aguantado jugando hasta los 42 años, es probable que no se cuidara tan poco como sostenían sus detractores. Cuando dentro de quince o veinte años mis hijos me pregunten por los futbolistas que más me han hecho disfrutar, junto a los nombres de Maradona o Zidane, aparecerá, sin duda, el de este pequeño gran jugador. Dice adiós uno de los grandes. Nos quedan los vídeos. Y la memoria.
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