Asistimos a la escenificación del cambio en el Partido Popular. Esperanza Aguirre muestra solamente la punta de sus afiladas garras. La política de "todos cerrando filas" se resquebraja en beneficio de todos, salvo de aquellos que disfrutan hoy de poltrona en Génova.
En el centro de su pensamiento, de momento insinuado nada más, el giro radical hacia la modernidad. Ya no se gana el acceso a La Moncloa con el apoyo de la fracción más reaccionaria de la sociedad. Aguirre muestra lo necesario que resulta despojar al partido de los grandes tópicos cuyo peso implica derrota electoral.
Gallardón ha errado el análisis, como casi siempre. Aguirre no está indecisa. Expresa indecisión, ciertamente, pero es esta la actitud de quien va midiendo sus apoyos a medida que va postulándose para dar el zarpazo en el momento adecuado. Cobo, el número dos de Gallardón, descubre la jugada cuando critica a la adversaria. Ladran luego cabalgamos.
Demos una breve vueltecita a algunos de los tópicos que Aguirre tiene que desmontar:
La Ley. Rajoy se ha pasado los últimos años explicando que el Imperio de la Ley es tan necesario como el ritmo respiratorio. En la práctica, el setenta por ciento de la población tiene que soportar los humos del minoritario y dictatorial treinta por ciento de fumadores, sencillamente porque se retuerce la Ley del Tabaco hasta que su efecto es nulo. En lugar de propugnar la desaparición de la lacra insalubre y maloliente, el PP pone a tiro de los peor intencionados del PSOE el calificativo ideal: Cavernícolas.
Los intereses empresariales. El PP no puede seguir favoreciendo los intereses de las grandes empresas, sencillamente porque esas corporaciones no corresponden luego con su forma de actuar. No se confunda la pública apariencia con el privado comportamiento: El PSOE abandera los ideales que usted quiera, pero luego favorece discretamente a las grandes empresas que financian sus operaciones. Cada una obtiene sus subidas de tarifas, de euribor o de exención fiscal cuando conviene. Eso sí, con poca publicidad. El atento lector puede descansar un momento de ésta lectura y comparar sus recibos (agua, gas, luz, teléfono, etc.) de los últimos dieciocho meses.
Los medios de comunicación. El PP no puede seguir aspirando a lo más alto sin un apoyo mediático semejante al que PRISA aporta al PSOE. La torpeza en la emisión del mensaje se paga. Y yo me temo mucho que la reciente elección de Rajoy no es la solución.
Los colores pálidos. No es la solución porque destila abundancia, alta sociedad, jersey rosa, dinero a espuertas, amo a Laura, virginidad hasta el matrimonio. Su discurso no hará mella en los que ganan menos de mil doscientos euros al mes. Éstos son los que podrían volcar unas elecciones. El PSOE no hace nada por ellos, salvo emitir palabrería hueca. Si el PP ofrece una mejora real de sus condiciones de vida (horarios laborales, transporte, subvención EFECTIVA de su emancipación) puede ganárselos.
Las trampas de Pepiño. El PP tiene que aprender a tener sentido del humor. Tomarse a broma las andanadas del aparato del PSOE, en lugar de poner esa cara de Martínez el Facha que tanto le perjudica.
Las respuestas inteligentes. Acostumbrados a ser los dueños de la empresa, los jefes del departamento, los que tienen la sartén por el mango, los altos cargos del PP se resisten al diálogo. Mando yo, y punto. Cuando se plantea un problema, sea el que sea, no vale hacerse el bicho bola, porque gana el que tiene la respuesta.
Nueve de cada diez altos cargos del PP se pusieron en modo Conferencia Episcopal, solamente por la cara que mostraron en el episodio del desnudo de la Concejal de Lepe. Esperanza Aguirre mostró inteligencia valorando aquello con un "ya me gustaría tener el cuerpo necesario para hacerlo". No tengo nada contra los Obispos, pero si quieres ganar unas elecciones generales no puedes ni ponerte en sus inmediaciones.
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