Se la conoce como Dita Von Teese, aunque se llama Heather Renée Sweet y es un clon guarrete de Bettie Page . Cuentan que el apellido lo sacó de una guía de teléfonos y al ex marido de algún pase privado de sus pelis porno, que no son muchas pero son suficientes.
Dita, la mujer de los corsés de apertura retardada
Dita es una aspiradora de clichés vintage, de heroínas del cine de los 40 famosas por su belleza (aunque una de ellas, Hedy Lamarr inventó un sistema para guiar los misiles por radio y acertar a los submarinos alemanes), alguien que se aprieta los corsés hasta los límites del morbo que gusta a los fans del sexo no convencional, que ha convertido su cuerpo en un activo laboral e inmobiliario y ha tenido el temple de cohabitar con Marilyn Manson. Dita, como tantas bellas mujeres que la precedieron en el duro camino de labrarse un lugar en las húmedas enciclopedias del culto al cuerpo, ha dado pruebas de gran coraje y ha conseguido que más de uno piense que en sus desnudos hay algo más que carne bien pintada.
Al repasar las hemerotecas encontramos, como siempre, una sucesión redundante de tópicos. Dita se alimenta de historias conocidas, de imágenes ya presentes en la mente del espectador y las recrea; algo que parece la leche para un personal que idolatra como sexy a la que antes se llamaba Lucía Lapiedra y ahora Miriam Sánchez, por poner un ejemplo de listones bajos. Porque esto no va de estar más o menos buena, aunque lo parezca a simple vista. Dita, en medio del vacío existencial de las figuras cinematográficas, acartonadas en un patrón impuesto por la industria y en el que prima lo políticamente correcto, ha encontrado el lugar en que plantarse como una tendencia. Algo que no deja de ser triste, tratándose de una imitadora sofisticada, y patético cuando son otras las que tratan de asemejarse a ella.
No ha sido la primera, ni será la última, en intentar dar el salto de las escenas de sexo a las de interpretación con ropa. Que no es que sea más fácil ni más difícil, sino distinto. Esta gente lo quiere todo y el asunto resulta complejo, no basta con copiar el vestuario, el corte de pelo y el tono de la piel; que eso es como interpretar un diálogo con la boca llena de carne y pedir que te den un Oscar a la mejor banda sonora.
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