Ositos y otras neuras

Lo que tendrían que hacer todos estos osos, primero Knut y ahora Flocke, es comernos a todos por estúpidos.

La cría de oso polar Flocke (Copo, en alemán), que se nos comerá dentro de unos meses.

Que por si no lo saben, ayer se presentó a otro de estos adorables bichos en el zoo de Nuremberg, como si se tratara del anuncio de la próxima gira de Madonna, en este caso una osezna cuyo mérito humanizante es haber sido criada por personas y ahora transformado en espectáculo de masas. El adorable Knut ya va por buen camino y con tanta presencia de fans se ha convertido en un psicópata egocéntrico que se torna violento cuando no le prestan atención. Es lo que mola, que ya era un oso cabrón (es lo que son los polares, aunque nos parezcan peluches de pequeños) que ha añadido algunas de las virtudes de las personas a su ya difícil carácter.

Es que nos encanta jugar con los animales a que son como nosotros, como si nos entendieran y les importara un carajo hacernos gracia. Solitario y carnívoro, el oso blanco sólo nos tiene a nosotros como enemigo, incluso cuando le ponemos un lazo y lo envolvemos para regalo, mientras salvamos a uno de la muerte para lavar nuestra conciencia por la desaparición de tantos otros (osos o lo que sean) y lo presentamos como una estrella, para que los niños se pongan las fotos en el corcho y sueñen con bichos domesticados sin saber, como nosotros, que un día el animalito abrirá las fauces y se nos comerá sin pestañear. Incluso a nuestros hijos, que puestos en medio del hielo no resultan nada tiernos ni fotogénicos para sus cachorros.