La España periférica no interesa. El debate a 7 emitido por RTVE este jueves tan sólo congregó a 1.748.000 espectadores (mísero 11% de share), frente a los 13 millones que cuatro días antes habían seguido a los líderes de los dos grandes partidos. Cierto que en esta ocasión los minoritarios no enviaron a sus mejores apuestas, con algunas excepciones -porque en esto de la política siempre hay un escalafón-. Y sin embargo estas formaciones son las que deciden quién y cómo se gobierna en España.
El debate también ha tenido escaso eco en la prensa. Y, donde sí, hablan de sucesión de monólogos. No fue ni siquiera eso, sino un diálogo de sordos en el que una excelente profesional, Ana Blanco, se vio obligada a aparecer como si estuviera haciendo zaping entre diferentes discursos. Un programa que comienza con el representante de Coalición Canaria leyendo su participación entrecortada y monótonamente tenía escasas posibilidades de éxito. Pero ¿qué contaban? Sus propios problemas, sus aspiraciones, su en todos los casos inmensa- participación en los designios del país.
Dos vascos, dos catalanes, un valenciano, un canario y una segoviana, Monserrat Muñoz, que representaba al único partido estatal, Izquierda Unida. ¿Dónde estaban aragoneses, gallegos, extremeños
y todos los gentilicios que se quieran poner? Sus partidos son aún más minúsculos o no los tienen, la España que se rompe en opinión del PP- sólo tiene voz conjunta, apenas sólo en formaciones de ámbito nacional.
Urge una reforma de la ley electoral. No es lógico que Ezquerra Republicana que no llega al 3% de los votos (2,52) obtenga 8 escaños en el Parlamento estatal y que Izquierda Unida con un 4,96 se quede con 5. En la batalla a vida o muerte de todas las elecciones, los votantes se ven obligados a intentar únicamente que no salga su contrario, PP o PSOE.
Y sin embargo sí es esta una España plural, que no tiene AVEs en El Pais Vasco o Galicia, ni suficientes autopistas en Castilla La Mancha. Canarias carece de AVE nos dijo Fernando Bañolas de CC. Formentera también. Pero a ellos les preocupa.
Colgados en el Sur de Europa, no nos interesa la actualidad internacional, pero tampoco la local o regional, la tierra del vecino que pasa por similares vicisitudes aunque con matices distintos y que también se va a desentender de los nuestros. Centralistas ficticios, necesitaríamos cambiar los porcentajes electorales, listas abiertas con representantes directos que tengan que responder ante nosotros, debates que nos hablen de la realidad con algo más de garbo y, sobre todo, una mirada más preparada, más adulta y generosa, sobre los otros.
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