Desplazarse en bicicleta por el centro de las grandes capitales europeas ha dejado de ser cosa de intrépidos y/o locos hippies. Al menos, es la idea que se puede deducir de la reciente apuesta de los ayuntamientos de Roma, Barcelona y París, entre otros, por el alquiler de bicicletas públicas, lo más de lo más en ecotendencias municipales.
Algunas de las bicicletas de Velib. Algunos críticos ironizan sobre su aspecto, aduciendo que son tan feas para que nadie sufra la tentación de robarlas. Foto obtenida en Flickr de Filo.mena, licencia Creative Commons
En realidad, tampoco es que hayan inventado la pólvora. Sistemas similares llevan años funcionando en otras ciudades aunque eso sí, a una escala mucho menor. En España la pionera fue Córdoba, que ya en el 2002 estrenó una treintena de sus Eco-Bicis (¿hay bicis que no sean "eco"?) y abrió el camino para que otras como Pamplona, Vitoria o Gijón siguieran su ejemplo. En todos estos casos estamos hablando de ciudades que no pasan de los trescientos mil habitantes y con un casco histórico rico pero reducido que las hace abarcables en un paseo. Así vistas, estas bicicletas podrían parecer la versión urbana de las que podemos alquilar en los pueblos costeros para pasear por el paseo marítimo: una simple atracción turística.
Pero las dos principales empresas concesionarias de estos servicios, ClearChannel y JCDecaux, no son los líderes mundiales de publicidad exterior por casualidad. Una vez comprobado el tirón del ecomarketing a pequeña escala no han dudado en trasplantar la experiencia a las grandes metrópolis. A cambio de la instalación y el mantenimiento del servicio, estas empresas reciben una contraprestación que puede tener dos formas: la cesión de espacios publicitarios, como los 1.628 que ha obtenido recientemente JCDecaux en París; o dinero contante y sonante, como ha acordado ClearChannel con el consistorio barcelonés, y que saldrá de los excedentes del ÁreaVerde, los nuevos aparcamientos municipales.
Desde el punto de vista de los dirigentes municipales es difícil negarse a un lavado de imagen verde en estos tiempos de Al Gore que corren, ya saben, ese Nobel de la Paz al que le gusta bombardear fábricas de medicamentos. Y más si el noble fin es que los felices contribuyentes puedan disfrutar de una red de transporte limpia, económica y muy de moda. Un mundo ideal donde todos ganan, si no fuese porque la mayoría de las ciudades ha empezado la casa por el tejado. Muchas de ellas carecen de infraestructuras adecuadas, y el civismo por parte de los automovilistas deja bastante que desear. El resultado: ciclistas inexpertos invadiendo las aceras y peatones atemorizados y/o cabreados. Pero esa es otra historia, deben pensar en las Concejalías de Transporte.
Al margen de estos aspectos negativos, el rumbo ya está marcado, y sólo es cuestión de tiempo que las grandes ciudades que aún no lo han hecho se apunten al carro. Entre las que ya lo ha hecho, y a lo grande, Sevilla. No es que necesiten motivos, pero en el 2008 los sevillanos podrán presumir de tener la mayor red de bicicletas públicas de España. Su Sevici contará con 2.500 vehículos repartidos en 250 estaciones. Completarán la apuesta del Ayuntamiento por una nueva movilidad urbana el Metro, con una primera línea prevista para septiembre del 2008, y el polémico carril bici, que algún personaje de la extrema derecha ha criticado afirmando que hubiese salido más barato "ponerle a cada ciclista un coche con chófer". Las ultimas estimaciones calculan en 13.800 los usuarios diarios de la vía. Muy baratos tienen que estar los chóferes en Sevilla para que salgan esas cuentas.
Con números muy cercanos al Sevici anda el Bicing, el exitoso sistema implantado en Barcelona y por el que ClearChannel se embolsará 2.23 millones de euros anuales durante diez años. 1.500 bicicletas en 100 puntos de anclaje, 97.000 abonados a finales de 2007 y ambiciosos planes para ampliar la red en los próximos meses a los barrios de la periferia hablan del éxito casi sin paliativos de la iniciativa. De hecho, el boom del transporte en bicicleta ha hecho que el Ajuntament haya creído necesaria una nueva ordenanza municipal mucho más severa con los ciclistas. Desde septiembre está prohibido atar la bicicleta a árboles y semáforos, y la circulación será obligatoria por el carril bici siempre que exista. Ellos que tienen...
Pero si parece que en España son Sevilla y Barcelona las que compiten por ver quién la tiene más larga, en Europa no hay quien le tosa a los franceses en cuanto a amor propio se refiere. El proyecto parisino se llama Vélib, lo gestiona JCDecaux para variar y sus números pasman: 20.600 bicicletas en 1.451 estaciones alejadas entre sí no más de 300 metros, taller de reparaciones flotante en el Sena, una veintena de furgonetas encargadas de recargar las estaciones vacías... Dado que desde 2001 los desplazamientos en bicicleta han aumentado un 48% en la ciudad de Amélie, todo parece indicar que Vélib será un éxito. Los 50.000 abonados en el primer mes también ayudan a creerlo.
Mientras tanto, en la capital de España, el alcalde Ruiz Gallardón inaugura un aparcamiento para bicicletas y al día siguiente se los encuentra ocupados por cubos de basura de su propio servicio de limpieza. Algunos pensarán que, incluso entre las ciudades, siempre hubo clases.
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