En esta ciudad casi olvidas que existe algo llamado tabaco. Pocos siguen enganchados y para esta minoría, la publicidad televisiva es implacable a la hora de tratar de disuadirlos. Los que no pueden dejarlo, fuman discretamente en las esquinas de los grandes edificios de oficinas o las puertas traseras de los restaurantes. La última propuesta de Bloomberg, el alcalde, es prohibir el tabaco en los parques y playas públicas. El precio de una cajetilla de tabaco en Manhattan está próxima a los 10 dólares.
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