"La situación en Bulgaria —comenta Liuboslava Rúseva, columnista del diario Dnevnik— recuerda la del chiste sobre la familia cansada: él ya no puede, pero ella igual ya no quiere. Un cambio es imposible por culpa de la cínica convicción de las elites de que el Estado se reduce a ellas. Esto desmoraliza y sofoca la energía pública. Y si, no obstante, de improviso surge algo como energía pública, se movilizan todos los recursos para que ella sea ignorada, burlada o aplastada".