En la casa del futuro no hay cerraduras ni llaves. Cada miembro de la familia lleva un móvil identificado por un diminuto chip de radiofrecuencia (RFID). Basta acercar el teléfono al sensor de la entrada para que se permita (o no) el acceso a las instalaciones. El teléfono también sirve para personalizar el sonido y la configuración de la gran pantalla de plasma de salón.